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"Me tienes enganchado a la sensación, me tiene colgando del techo"

Kitty se aisló durante un buen tiempo, no tenía ganas de darle algún golpe y robar ninguna joya. Solo pensaba constantemente en Agust, en las caricias que no podía borrar de su cuerpo ni memoria.

Aquel día, al volver a su propia guarida, toda la realidad le cayó encima, había tenido sexo con un asesino serial, incluso tenía su esperma en su interior. Lo primero que hizo al reaccionar fue ir a tomarse una ducha, limpio bien toda su zona íntima y metió su ropa a lavar. Cabe resaltar que con lo atónito que estaba ni siquiera se dio cuenta de que le faltaba su prenda favorita, lo olvido.

Los próximos días solo salía por comida, se encerró a ver películas o series para mantener su mente en otra cosa que no fuera su estresante corazón, el cual solo le pedía a gritos que volviera con Agust.

Todo se estaba yendo a la mierda lentamente, tenía miedo y a la vez tantas ganas de enviar todo a la mierda con tal de volver a estar entre los fuertes brazos del asesino.

¿Qué estaba mal con él? ¿Por qué quería desesperadamente jugar de esa manera con su vida? No lo sabía, pero el hecho de haber sentido tanta adrenalina y tanto placer lo habían desquiciado. Sí, probablemente fuese eso, no habría ninguna otra respuesta para todo esto, debió ser el hecho de experimentar por primera vez el sexo con la posibilidad de morir en el acto.

—No debería.— murmuró Kitty para sí mismo.

En este momento se encontraba en su guarida, únicamente llevaba su ropa interior puesta y abrazaba sus piernas mientras veía el noticiero hablar precisamente sobre Agust, quien parecía encontrarse en un frenesí. El asesino ya había matado a más de diez personas durante el tiempo que llevaban sin verse, todas eran personas corruptas o gente con antecedentes, pero a fin de cuentas seguían siendo vidas.

Muy a diferencia de Agust, Kitty tenía su lugar secreto en un barrio pobre, en el cual había crecido, solamente vivían personas de la tercera edad, no había muchos adolescentes o niños. Y la gente de los alrededores lo conocían, ninguno tenía problemas con él y jamás dieron su paradero a las autoridades porque los odiaban más que a su persona. Además, Kitty solía cuidar de muchos de ellos, no diariamente, pero si se encargaba de darles dinero o llevarles comida porque la mayoría no tenían familia o sus hijos les habían abandonado.

Algo que también le pasó a él de bebé, por eso es que entendía sus situaciones y trataba de estar para todos, aunque no siempre. No importaba que fuese un ladrón, continuaba siendo una buena persona y lo hacía por necesidad. Bueno, sumándole el lujo porque amaba tener lo que antes no podía ni por asomo.

Si terminaba enredándose con Agust temía que su vida cambiará drásticamente, que ya no pudiera robar, que ya no pudiera cuidar de quienes quería. Su peor temor era que el asesino tomara otras medidas, unas más extremas y que atentara contra la gente que lo rodeaba o lo que podría pasar si terminaban.

Había muchísimos motivos por los que Kitty no se sentía seguro de aceptar que había caído por Agust, pero no los suficientes para evitar que sus sentimientos crecieran.

—¿Quién demonios será a esta hora? — se cuestionó Kitty, poniéndose de pie, tomando una bata rosa de seda y colocándosela encima.

Habían llamado a su puerta y él no recordaba haberle dicho a ninguno de sus vecinos que viniera, aunque probablemente fuera alguno de ellos que estuviera en una mala racha o necesitara ayuda económica.

Cuando Kitty abrió la puerta, su rostro palideció, pues quien se encontraba delante de era Agust y nadie más. Intentó cerrar la puerta, pero el rubio se metió por la fuerza y cerró tras él.

𝓐𝓶𝓪𝓷𝓽𝓮𝓼 𝓹𝓮𝓵𝓲𝓰𝓻𝓸𝓼𝓸𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora