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Advertencia: Incesto, consentimiento dudoso.




El cigarrillo se escapa de entre sus dedos temblorosos mientras sigue contemplando hacia la nada, sentado en una banqueta aleatoria de un oscuro parque a unas cuadras de su casa.

Ya han pasado casi tres semanas, y sabe perfectamente que él no volverá, pero por alguna razón, se sigue mintiendo a sí mismo, torturándose cada noche, esperando frente a la puerta por la figura joven y alegre de su hermano menor.


Saca su celular del bolsillo de su casaca negra, y revisa por décima vez en la última media hora, si alguno de sus mensajes ha sido respondido, pero se decepciona rápidamente. Vuelve a marcar el número que se posiciona primero en su registro de llamadas, esperando que ahora, de manera un tanto milagrosa, la llamada entre, pero eso no sucede; todo lo contrario, no hay ni siquiera un timbre que logre tranquilizarlo, sólo el sonido de la llamada siendo desviada.

Suelta el cigarro cuando siente sus dedos quemar por el consumo rápido del objeto, y se dispone a sacar otro con rapidez, sintiéndose mejor cada vez que aspira el humo adormecedor.


No puede evitar sentirse culpable, a pesar de que también pudo ser una víctima; víctima de ese tipo, que aún no conocía ni podría llegar a conocer, y que se había llevado a su hermano, y podría imaginar todas las cosas que le estaría haciendo en este momento.

Aunque no le quitaba parte de culpa a Yuuji, el maldito mocoso era muy ingenuo o muy idiota, y había caído en las garras de -ahora- dos enfermos, que se habían aprovechado de él.


Yuuji.


No volvería a verlo, no volvería a escucharlo ni a percibir el aroma que desprendía cada vez que salía de la ducha. Como su cabello bailaba con el viento, y lucía alborotado cada vez que despertaba, su voz chillona e infantil que lo hacía sonreír cada vez que la escuchaba, y su mirada, como aquellos ojos marrones lo miraban con calidez.

Todo por una noche, una que recordaba perfectamente, y nunca se permitiría olvidar.



*

Está en la universidad, exactamente encerrado en uno de los baños.

Con una de sus manos sostiene su teléfono, y la otra está masturbando su dolorido y duro miembro, mientras los gemidos de Yuuji acarician sus oídos por medio de los auriculares.

El mocoso luce en trance, con lágrimas esparcidas por sus mejillas sonrojadas, las pestañas humedecidas, los ojos vidriosos y entrecerrados, y los labios rojos, hinchados y entreabiertos, dejando salir jadeos y gemidos obscenos.


Las primeras fotografías de distintas partes de su cuerpo fueron suficiente para hacerlo correrse con fuerza en ese estrecho cubículo, imaginándose en cada segundo el rostro de su hermanito siendo jodido. Pero ahora, y por segunda vez, el vídeo es mucho más explícito; la cámara recorre todo su cuerpo, desde su rostro, su pecho, y su abdomen hasta dónde lo está penetrando ese sujeto. Puede ver a la perfección como están abriendo a su hermanito menor, y le encanta. Aún quiere matar a ese imbécil, y lo hará cuando llegue a conocerlo, lo matará con sus propias manos; pero, por otro lado, ver como Yuuji es follado hasta que sus ojos se ponen en blanco, se ha vuelto una rutina excitante.

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