El principio de tu final.

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Jisung había estado mirando por su ventana hacia el camión de mudanza durante unos veinte minutos, le parecía raro que después de que aquella casa diagonal a la suya hubiera estado abandonada durante años de la nada una familia se interesara en comprarla y remodelarla de la manera en que lo hicieron, se notaba que si tenían mucho dinero.

Los muebles que entraban a la casa eran todos de cuero y alfombras de piel que no parecían muy falsas la verdad. Se supone que el debería estar haciendo su tarea de química pero la curiosidad de ver a los nuevos dueños de aquella casa lo mantenían atado a la ventana que daba la vista suficiente para saber todo lo que pasaba. Después de todo, ya le había descongelado el pollo a su mamá y no tenia ninguna responsabilidad mayor a esa.

La casa anteriormente no era más que un hogar con dos habitaciones y una cocina con una mini sala, lo sabía porque varias veces había entrado cuando ahí vivía un viejo amigo, que ahora residía en Australia. Pero de la nada la casa fue vendida y comenzaron las remodelaciones, aquellas llevaron mucho tiempo, más o menos un año y medio de trabajadores que construían sin descanso, resultando una casa totalmente moderna con unos tres pisos y jardín de lo más bonito, ahora era la envidia de las ancianas en lugar

Justo cuando pensó que ya se estaba aburriendo llegó un auto al lugar, no era muy moderno, era más bien algo clásico pero lindo. El chico supuso que era el auto de los propietarios de la casa ya que pudo divisar a un hombre en el volante, una mujer de copiloto y dos chicos más o menos de su edad jugando con dos Nintendo Switch.

—Mierda, si que tienen dinero. —Pensó Jisung en voz alta. El a duras penas tenía una 3DS que le había mandado una tía del extranjero y un Play que compró vendiendo tareas por meses.

Cuando aquellas personas se bajaron del auto pudo recibir una vibra diferente, tal vez algo oscura o pesada. Comenzó a pensar que era producto de su imaginación hasta que su perro, Bbama, comenzó a ladrar en el piso principal en dirección a aquella casa, lo sabía porque desde su ventana también se podía ver el porche y ahí estaba aquella bola de pelos ladrando.

Cuando realmente perdió la percepción de la realidad fue cuando vió fuera del auto a un chico pelinegro, alto, con unas características casi perfectas y una vestimenta de chico malo, al parecer era el mayor de los dos hermanos por la diferencia de altura y de vibras. El otro chico rubio junto a él se veía sonriente viendo su nueva casa mientras que el pelinegro ni siquiera volteaba a ver el jardín.

Bbama no dejaba de ladrar y comenzaba a desesperarlo, no lo dejaba concentrarse en su nuevo crush.

—¡Bbama! —Trató de callar al perro, que ante el grito de su dueño dejó de ladrar y entró a la casa.

Al parecer había gritado un poco fuerte, porque cuando quiso volver a mirar a aquel misterioso muchacho, el ya tenía los ojos sobre Jisung, mirándolo sin expresión alguna, solo posando ambos orbes marrones en Jisung.

Jisung le sostuvo la mirada algunos segundos mientras su cerebro hacia cortocircuito, cuando por fin procesó la situación se encargó de cerrar la cortina rápidamente, lo último que pudo ver fue a aquel chico sonreír, seguramente por la reacción de su nuevo vecino.

Jisung trató de olvidar la situación rápidamente y terminar de concentrarse en su tarea, pero le costaba mucho sacarse aquella mirada de la cabeza, sentía que podría morir solo para saber su nombre.

[...]

—¿Viste que por fin se mudaron los vecinos? —Preguntó su madre mientras terminaba la comida después de un día difícil de jornada laboral.

¿Cómo no voy a poder verlo? Si ya me quiero casar con uno de ellos.

—Sí, se ve que son gente adinerada y fina. —Respondió Jisung con la mirada perdida en algún lugar de la sala.

—Ay si, por eso me sorprende que se mudaran aquí y compraran esa casa solo para hacerle ese montón de arreglos. Habiendo tantas casa bonitas en barrios importantes, deciden mudarse a este lleno de ancianas. —Reflexionó la mujer sin despegar la vista de la sartén.

Jisung concordó y también pensó en eso. Jisung y su mamá antes vivían en una pensión de mala muerte, no fue hasta que su abuela falleció y les aquella linda casa de dos pisos que por fin comenzaron a vivir con comodidades, pero con el paso del tiempo si se pudieron dar cuenta de que aquel conjunto estaba mayormente constituido por ancianas viudas abandonadas por sus hijos y nietos, de vez en cuando aquellas mujeres recibían visitas pero nunca se quedaban mucho tiempo. Por eso Jisung era amado por la mayoría ahí, siempre ayudaba a aquellas mujeres a cortar su jardín, bajar sus compras y pasear a sus perros, también se ganaba algo de dinero con eso.

¿Por qué esa gente con tanto dinero quisiera mudarse aquí?

Mientras acomodaba la mesa para el almuerzo escuchó el timbre sonar, fue sin molestia ya que seguramente era alguna señora necesitando un favor.

Lo que no se esperaba era quedar helado al ver a aquel chico junto su madre, ésta sosteniendo un pastel y con una sonrisa dibujada en el rostro.

—Hola, buenas tardes. Nosotros somos sus nuevos vecinos, mi nombre es Lee Sooyoung y el es mi hijo mayor, Lee Minho.

A Jisung le temblaban las piernas y el estómago se le hizo un revoltijo, rápidamente acomodó sus ideas para responder y no quedar como un grosero.

—El gusto es mio, soy Han Jisung. Bienvenidos. —Estrechó la mano con aquella mujer recibiendo el pastel.

—¿Quién es, cariño? —Preguntó su madre acercándose a la puerta. —Oh, mucho gusto, soy Han Soyeon.

Mientras la mujer volvía a presentarse con su madre, Jisung no separaba la mirada del ahora llamado Minho, mientras que este solo miraba a entre Sooyoung y Soyeon.

—Incluso nuestros nombres son similares. —Bromeó la joven vecina.

—En realidad, estamos aquí para una razón más específica. —Habló Minho cortando aquella presentación amistosa.

Tenía una voz demandante pero sin la necesidad de ser ruda, incluso había dejado sin palabras a las adultas presentes.

—Bueno, pueden decirnos. Los ayudaremos con lo que esté en nuestras manos. —Respondió Soyeon con una sonrisa.

—Queríamos saber si podíamos compartir red Wi-fi, no importa el costo.

A Jisung le pareció rara la petición, considerando el dinero que invirtieron deberían tener suficiente para adquirir un buen wifi.

—Ay pues, yo la verdad no conozco nada de eso, eso lo sabe mi hijo. —Tomó a Jisung por los hombros poniéndolo frente a Minho.

El se veía muy sereno mirando a Jisung, esperando una respuesta.

—Sí, no hay problema, solo habría que pasar el cable. —Respondió tratando de no verse intimidado.

—Bien, luego nos compartirán el costo. Gracias.

—Entonces, vecinos, espero vernos muy pronto, que estén bien. —Se despidió Sooyoung con una sonrisa inocente.

Pero después de la llegada de los Lee, nadie volvió a estar bien en ese lugar.

Don't Blame Me | MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora