Lo mato.
YO. LO. MATO.
-¡CUPIDO DEJA DE TOCARME EL CULO!- grité
El muy cabrón había estado tocándome el culo, desde que emprendió camino al Vesubio , para tantear el elástico de mis bragas.
Eros solo se carcajeó y alejo la mano por fin
-Vaya, sigues teniendo buenos pulmones para gritar.-dijo- Esconde.
Reaccione enseguida y escondí mi cara en el hueco de su cuello, esa era la señal que solía decirme cuando salíamos a volar y teníamos que pasar a través de una nube. Bueno, el volaba y yo, como justo ahora, me colgaba de su cuello mientras él me sostenía con una mano en el muslo y otra en la parte media de la espalda por la columna lumbar.
Olía bien, era una loción muy masculina que se entremezclaba con un olor a pino. Y me molestaba admitir que mi cuerpo recordaba la sensación e acoplarme a él y que no me desagradaba del todo. Al contrario, me sentía extrañamente cómoda.
Lo cual, no debía de suceder. Vamos, Auricé, estamos hablando de eros. EL ENEMIGO.
Eros interrumpió mis pensamientos cuando, de manera repentina y con voz suave pero cargada de curiosidad, preguntó:
-¿Por qué lo cambiaste?- yo no entendía, por lo que se apresuro a añadir- Tu aspecto, digo.
El que siguiera con mi cabeza en su cuello hizo que su aliento en mi oído me erizara la piel. Fue entonces que abir los ojos, los cuales no supe en que momento había cerrado.
Carraspee y me obligue a contestar
-Oh bueno...- dudé pero conteste sinceramente – Sabes que los dioses tenemos un aspecto bien parecido y perfecto, no?
-Claro-respondió inmediatamente.
-Pues eso, vivir en tierra mortal me hizo darme cuenta que a ojos mortales, aparte de atractivos también resultábamos demasiado atrayentes.
-Y eso no es siempre así? Me refiero a que, por lo general, la gente apuesta siempre atrae a otros.-dijo con aun más curiosidad.
El tema me ponía incomoda, pero igual le expliqué:
-No me refiero a eso, Cupido. Hablo de...peligro. Somos peligrosamente atrayentes.
Fue ahí que Eros agacho su cabeza para verme rápidamente antes de levantarla:
-Explícate-pidió.
-No sé si te sucedió cuando...-carraspeé y dude- conociste a Psique- el nombre lo dije entre dientes- Pero somos tan atractivos no solo visual sino también nuestra voz, nuestra presencia expide un aura magnética para ellos...incluso nuestro olor. Somos como el clan Cullen de crepúsculo, pero griegos y reales.
Culminé con tono bromista para quitarle algo de hierro al asunto, lo cual no funcionó
-Emm...no, no sabía que teníamos ese nivel de control en los humanos. Y en cuanto a lo que sucedió cuando ella no dure mucho en tierra mortal y tampoco...juntos, ya lo sabes-termino con incomodidad.
Parecía que le costase hablar de ello, y como no, tenía que pesarle. Al final del día ella fue su mujer.
Tampoco era mi tema favorito para hablar, por lo que rápidamente retomé el tema principal:
-Cuando me di cuenta decidí cambiar mi aspecto, quería adaptarme a vivir como ellos, sabes?
El no respondió, tampoco esperaba que lo hiciese. Para Eros los mortales no eran más que seres inferiores. Claro, todos menos ELLA.
Sin darme cuenta suspire y para eros eso no pasó desapercibido, porque pude sentir su mandíbula tensarse pero no hizo ningún comentario y lo agradecí. Así pasamos en un completo silencio que fue roto nuevamente por el sonido de su voz al decir:
-Estas de vuelta en casa, Mitad. Otra vez con...- no escuche lo último que dijo.
En parte porque lo susurro y en parte porque solo podía ver las grandes puertas que se alzaban imponentes frente a nosotros.
Las puertas del Olimpo.
Dos grandes puertas de casi tres metros de alto, de barrotes con detalles, que justo a la mitad se convertían en la forma de truenos emulando la forma de una montaña y nubes en su cima.
Pero algo estaba mal, muy mal. Las mismas rejas que durante siglos y milenios fueron del metal precioso que es el oro y que antes se iluminaban con rayos muy parecidos al sol ahora estaban oxidándose y habían perdido su brillo amarillento.
En ese momento me di cuenta del grado de gravedad que estaba experimentando El Olimpo con lo que sea que estuviese sucediendo en él.
¿Qué carajos estaba sucediendo?
Eros me dejó sobre mis pies, justo frente a la gran entrada. Y cuando me di la vuelta para preguntarle, noté que el estaba viendo a mis espaldas. Al voltearme nuevamente, quedé helada al reparar en la persona frente a mí.
Una muy cabreada Afrodita se encontraba muy enfadada frente a mí. Menuda bienvenida.
-¿Oye, que es el clan cullen?- preguntó e Eros a mis espaldas, sin importarle que su madre me estuviese perforando con los dos ojos.
Lindo.
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Justicia en el Olimpo.
Historical FictionAurice es la hija de el poderoso Zeus y Afrodita la diosa de belleza indiscutible, lejos de estarles agradecida, idolatrarlos tenerlos en un altar como todos los demás la joven Diosa aborrece su origen, casi tanto como a sus creadores y hogar. Can...