Capítulo 4: Confianza

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― Lo que más detestaba de él, era su necesidad por tratarme como una frágil figura de cristal

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― Lo que más detestaba de él, era su necesidad por tratarme como una frágil figura de cristal. ¿Sabes? Me da la impresión de que me entiendes en ese aspecto.

Rollan apenas escuchaba lo que le decían, ¿cómo podría hacerlo cuando debe luchar por mantenerse con vida?

Desde que despertó, el enemigo oculto lo dejó suspendido de una cuerda atada a su cuello, la cual es incapaz de matarlo solo por la poca distancia que hay entre la punta de sus dedos y el suelo. Prácticamente dependía de pararse de puntitas para no asfixiarse, como si fuese un bailarín de ballet. Uno muy suicida o que lleva su entrenamiento a otro nivel de disciplina.

A diferencia de las dos sesiones anteriores, le permitieron estar consiente por largo rato con el fin de que el castigo sea más efectivo. Mantener esa postura era de lo más desgastante y dolorosa. Los calambres y contracciones musculares en más de una ocasión lo hicieron caer, y en todas ellas Rollan tuvo que hacer un esfuerzo monumental para resistir el dolor y evitar que la cuerda termine de asfixiarlo. Podría dejarse caer para quedar inconsciente, pero teme no poder despertar, como amenazó su captor cuando le advirtió que solo podría irse a "dormir" cuando él lo desee.

Pese a la crueldad del castigo, a Rollan le tenía un poco sin importancia, de la misma forma en lo que le decía el hombre de voz extraña. Su atención se centraba en la misión, que gracias a una plática que su captor tuvo con alguien, Rollan supo que aún no fallaba: recién estaba amaneciendo, lo que significaba que aún le quedaban algunas horas antes del mediodía, la hora en la que el sol alcanzará el punto más alto para cargar a Cronos, el Tesoro Sacro maldito.

― Sí, definitivamente eso era lo más fastidioso. También sus órdenes, pero no tanto como su desconfianza en mí. Era tan injusto. Si iba a hacer las cosas solo, ¿para qué querría a un Etria? Debe ser horrible vivir sin confiar en nadie, ¿no crees?

El hombre tomó de los cabellos a Rollan.

― Respóndeme, maldita sea ―de una patada, las piernas de Rollan perdieron el equilibrio. La inconciencia lo volvió a sumergir cuando el aire le empezó a faltar. Para ese punto, Rollan empezó a apreciar esa agradable sensación que llega para sacarlo del infierno en el que ha caído.

 Para ese punto, Rollan empezó a apreciar esa agradable sensación que llega para sacarlo del infierno en el que ha caído

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