Capítulo 3: Promesa del Corazón

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― ¿Quién eres? ―inquirió Rollan con voz débil

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― ¿Quién eres? ―inquirió Rollan con voz débil. La poca que pudo reunir tras ser privado del aire.

La noción del tiempo y zona exacta del Alto Reloj los había perdido. Rollan sabía que se encontraba aun en el Alto Reloj gracias a las campanadas que se han hecho sonar en todo el edificio, de otra forma, podría creer que lo habían trasladado tras caer inconsciente. Aunque saber que seguía ahí de nada le servía a su precaria situación.

Se encontraba de cabeza, con las manos esposadas a la espalda y los tobillos encadenados. Igual que antes, la luz era inexistente. Durante el poco tiempo que lo han tenido despierto, Rollan ha sido sumergido en un recipiente con abundante agua, en la que más de una ocasión creyó iba a perder la conciencia. Su verdugo era el enigmático hombre de antes, del que nada sabía, pero aun así a Rollan le parecía conocerlo. Aunque no era por algún recuerdo o lazo que compartieran.

― Esto me recuerda demasiado a una misión que tuvimos ―confesó su captor―. Contra la Parca de los Héroes, precisamente. Debíamos interceptarlo. Haa... es como si hubiera sido ayer.

De golpe, la cadena se deslizó y Rollan volvió a la asfixia acuática. Con cada zambullida, Rollan sentía sus pocas energías desaparecer más. Tal vez ese era el propósito, pero el para qué aún no lo entiende, y no es capaz de comprenderlo con su cabeza metida al agua cada dos minutos. Al borde de perder la conciencia, la cadena se contrajo hasta sacarlo de la asfixiante prisión. Para ser un demente, Rollan admitía que era siniestramente calculador: siempre exacto para sacarlo antes de perderlo.

― Era un cobarde, sin dudas. Ni idea de qué relación tuviera con esa mujer del brazo de mosquete y el sujeto de sonrisa permanente. Llega a ser perturbador cuando te le quedas viendo a esa maldita sonrisa... ―La voz extraña del hombre se hizo aún más anormal con la sola mención de la Parca de los Héroes―. De hecho, se lo comente, luego de que me capturara al intentar detenerlo por mi cuenta. Por supuesto que no lo tomó muy bien. Fue mi primera marca y la que pensé que sería la última... cuan equivocado estaba, ¿no, mascota? Tú también deberías tener unas cuantas ―Rollan sintió los dedos enguantados de su captor acariciar sus labios―. Sí, también necesitas una aquí.

Rollan volvió al agua. Y esta vez, no vio el momento en el que saldría de ella. El manto de la inconsciencia lo acogió cuando el oxígeno fue incapaz de llegar a su cerebro.

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