Capítulo 2: El Festival

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Esta noche apenas he podido dormir, me la he pasado pensando que consecuencias traería perder la entrada... y ninguna de ellas me gusta mucho.

La primera era quedarme sin actuar en el festival y teniendo tantas ganas como tenía... no, no me gusta esa opción. El resto son más de lo mismo y todas ellas llevan delante la bronca de mi profesora de ballet, la señora Denis, una mujer de unos treinta años que tiene cara de no querer vivir más, pero que realmente parecer disfrutar cuando baila, y la verdad es que no puedo decirle nada porque a mí me pasa lo mismo.

Cuando por fin estoy mentalmente preparada para salir de mi habitación, cojo aire y me dispongo a hacerlo, pero lo que no esperaba era encontrarme con la cara de mi compañero de piso -y mejor amigo- delante de mi puerta con toda la intención de llamar a esta.

Erik da tal respingo que poco más y se cae de culo, pero milagrosamente se mantiene de pie.

Es un chico de mediana altura, -es más alto que yo, aunque eso no es muy difícil, -delgado, tiene el pelo rubio y mechones sueltos, unos ojos verdes y siempre tiene una sonrisa en la cara.

Es una persona que siempre te hace reír y te apoya cuando las cosas no van bien del todo, pero tiende a ser un poco pesado de vez en cuando.

-¿Qué tal has dormido, Bella Durmiente? -me pregunta cuando consigue recuperar la postura.

-Ojalá hubiera podido dormir -empiezo con cara de querer morirme -¿Y tú?, ayer encontré tu puerta cerrada y supuse que estabas con Katie.

-Supones bien, Einstein -me dice con una sonrisa que indica que se lo pasaron muy bien.

-Oye, tengo que hablar contigo de una cosa que me pasó anoche -digo con la voz un poco preocupada.

-No me digas que el señor raro ese te dejo sin paga otra vez.

Me apresuró a negar con la cabeza porque veo que va a seguir y no me apetece comerme el discurso de que él puede mandarlo a la mierda y todo ese tipo de cosas, así que cuando me ve negarlo la cara se le cambia enseguida a una un poco más relajada.

-Menos mal, ya iba yo a decirle unas cuantas cosas a ese señor - dice igualmente -. Bueno, entonces si no es eso, ¿qué ha pasado? ¿has echado un polvo?

Suelto una risita divertida y le respondo:

-No es eso, es que ayer puede ser que me chocará por la calle con mi autor favorito, y me llevará en coche a casa del señor Gómez, y que luego cuando llegué a casa no encontrará las entradas del festival que me había guardado en el bolsillo de la chaqueta. Y ahora, resulta, que no sé dónde están y como no las tenga para el sábado que viene me quedo sin festival, y, además, estoy con la regla, pero nada más ¿eh? ¡Todo muy normal!

Erik se me queda mirando con una cara que la verdad no sé cómo distinguir, me da a mí, que se puede llegar a interpretar como una mezcla entre sorpresa y perplejidad, pero que no sé yo.

-¿Me vas a decir algo o te vas a quedar esperando a que se te caiga la boca al suelo por el asombro? -le digo yo intentando calmarme un poco porque, aunque lo haya dicho en tono de broma estoy demasiado preocupada.

-A ver, recapitulemos, ¿me estás diciendo que ayer te encontraste con tu autor favorito, estuviste hablando con él, te llevo en su coche y has perdido las entradas de tu festival?

-Sí, exacto, lo has entendido muy bien te doy una estrellita, aunque se te haya olvidado lo de la regla.

-¡¿Me estás diciendo que conociste a tu autor favorito y te llevo al trabajo?!

-Que sí pesado, que eso ya lo has dicho.

-Pero...-empieza dudando -Y... ¿qué pasó? ¿Qué hicisteis? -me pregunta todavía asimilándolo.

-Ya te lo he dicho, me choqué con él y me llevó con su coche al trabajo.

-Pe-pero...-empieza tartamudeando-¿Cómo te va a llevar en su coche si ni os conocéis?

-Bueno eso es muy fácil. Él me preguntó si quería que me llevara y yo le dije que sí. Sin más.

-Bueno supongo que fue así.

-Te estoy diciendo que sí -. Le miro desafiante - ¿O es que no me crees?

-No, digo... claro, claro que te creo -me dice con miedo.

-Muy bien-le digo con una sonrisita, y luego me apresuro a cambiar la cara a una mucho más preocupada-pero eso no es lo que más me preocupa.

-¿Y qué se supone que es lo que más te preocupa? -me pregunta, todavía con la cara de asombro. Aunque ya no es tan exagerada.

-Pues que he perdido las entradas del festival y sin ellas no puedo actuar -digo con una mueca de tristeza.

-Pídele otra a tu profesora -me contesta como si fuera obvio, aunque, claro no es tan sencillo.

-No es así de fácil -le digo con una sonrisita -primero me tendré que comer la bronca de la profesora, y si ahí suerte, que no lo creo, me las dará.

-Tú siempre tan positiva -dice con ironía y cuando ve mi cara de enfado se apresura a añadir algo más -pero tampoco pierdes nada por intentarlo ¿no?

-No, solo ganó cien abdominales.

-A ver, tú inténtalo y si no funciona, nada. Pero si funciona habrás recuperado las entradas. -me dice.

-Bueno supongo que tienes razón.

-Yo siempre tengo razón.

-Ja, ja.

-Bueno ahora que ya hemos resuelto esto, ¿podemos desayunar, por favor? Me muero de hambre.

Le sonrío, y como yo también tengo hambre me dirijo a la cocina.

Mientras desayunamos no hablamos de gran cosa. Él me cuenta cosas sobre su vida amorosa y yo pongo caras de asco, porque desgraciadamente mi vida amorosa es una mierda. Desde que lo dejé con mi novio hace ya un mes no he vuelto a conocer a un chico que me guste. Así que aquí sigo más sola que la una.

***

El atardecer que nunca vimos (Borrador)  (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora