Capítulo 16: Conociendo A Los Suegros

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Un horrible dolor de espalda me despierta a la mañana siguiente. Abro los ojos despacio, e intento distinguir dónde estoy. Pestañeo para orientarme y al intentar moverme casi me caigo de donde quiera que esté tumbada, menos mal que unos brazos fuertes me sujetan y evitan mi caída, no necesito ni guiarme para saber de quién son. Entonces recuerdo donde estamos, en el coche de Aike.

—Cuidado, despistada —me susurra en un tono cariñoso y con voz pastosa, se nota que se acaba de despertar.

No contesto, mi mente está en otra parte, en concreto en la disputa de ayer en casa de mis padres. Una sensación que nunca había experimentado me recorre de pies a cabeza, y me pone los pelos de punta, la distingo como el orgullo, estoy orgullosa de mí misma, y me siento bien, simple y llanamente relajada, sin preocupaciones.

—Buenos días —murmuro.

—¿Cómo estás? —pregunta mi novio con un deje de preocupación en la voz. Giro un poco la cabeza para encontrarme con el azul de sus ojos, y esbozo una pequeña sonrisa.

—Bien, muy bien —admito ampliando la sonrisa. Una sonrisa real, como todas las que le dedico a Aike.

Deja un beso en mi pelo y me abraza más fuerte. Cierro los ojos, y me dejo abrazar. Los abrazos de Aike transmiten seguridad y compañía, y me encanta saber que solo me los da a mí, nunca le he visto abrazar a otra persona, de hecho, se suele mostrar bastante más frío con los demás que conmigo, y eso me derrite el corazón. Me gusta mucho Aike.

—¿A qué hora tenemos que estar en casa de tus padres? —cuestiono con aparente normalidad, aunque el tema de conocer a sus padres me pone nerviosa, a lo mejor demasiado.

—Sobre las dos —aclara sin apartarse ni un poquito, no parece que tenga intención de hacerlo. Genial, porque yo tampoco.

—¿Y qué hora es? —vuelvo a abrir la boca.

—¿Siempre tienes tantas preguntas por la mañana? —suspira como si le estuviera agobiando.

—Puede ser, ¿Qué hora es? —insisto como la pesada que soy.

—No tengo el móvil a mano —comenta como que no quiere la cosa.

Al oír eso recuerdo que ayer ni siquiera sacamos las maletas del maletero, y que no tengo ni idea de dónde dejé el bolso con el móvil. Probablemente Aike fuera más inteligente que yo y recogiera nuestras cosas de casa de mis padres, pero no sé cuándo pasó eso porque el único recuerdo que tengo de anoche es el de los besos con Aike y el de sus ojos azules mirándome como si fuera perfecta.

—¿Dónde están nuestras cosas? —pregunto para salir de la duda.

—En el asiento de delante —aclara.

Asiento con la cabeza y la vuelvo a recostar sobre el pecho de Aike, sigo teniendo sueño, no creo que haya dormido mucho esta noche, aunque no lo puedo confirmar porque es como si tuviera lagunas, recuerdo solo la mitad de las cosas, y no entiendo muy bien el porqué.

—¿Qué pasó anoche? —musito intentando evitar que se me cierren los ojos.

—Tuviste una pelea con tus padres —responde.

—Sí, me refiero a después de eso —aclaro, porque lo veo todo negro.

Aike suelta una risita y me giro a mirarlo por instinto, frunzo el ceño al ver como niega a con la cabeza.

—Me arrastraste a un pub que según tú estaba cerca para celebrar que les habías plantado cara a tus padres, y yo no te pude decir que no, estabas bástate feliz. Y digamos que no se te puede dejar beber sola, me despisté un momento y cuando te volví a encontrar estabas bastante borracha, tanto que te tuve que llevar en brazos hasta el coche.

El atardecer que nunca vimos (Borrador)  (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora