Muto no supo en qué momento sucedió, él solo quería saber sobré Sanzu y ahora lo tenía entre las sábanas abrazándolo con recelo mientras el menor se aferraba a él cual niño pequeño en busca de protección paternal.
Habían pasado dos meses desde que Sanzu aceptó vivir con Muto, todo estaba saliendo bastante bien, ambos dormían juntos y empezaba a ser algo normal.
La noche anterior habían celebrado que Draken había sido dado de alta, todos bebieron y Muto pudo conocer una nueva faceta de Sanzu. Era divertido ver como el pelirosa trataba de mantenerse de pie, tambaleándose sin poder mantener el equilibrio por la cantidad de alcohol en su sangre, al final Muto terminó cuidando de Sanzu todo la noche
Sanzu ebrio era algo peculiar, más amable y dulce, y por supuesto más coqueto con Muto.
Lo único malo eran sus pesadillas, Sanzu aún tenía pesadillas y eso le molestaba a Muto.
El mayor estaba disgustado, molesto, odiaba saber que alguien atormentaba a Sanzu.
Su única pista era el nombre de "Takeomi", pero no podía hacer mucho con eso, no era como si pudiera ir de puerta en puerta preguntando si alguien se llamaba así.
Muto había aprendido algo esos últimos dos meses, Sanzu era mentalmente frágil y podía colapsar en cualquier momento. El pelirosa había tenido dos ataques de pánico, donde su respiración era agitada y Muto tuvo que ayudarlo a tener el control de sus emociones nuevamente.
Igual noto que Sanzu empezaba a soltar más información sobre su vida, seguían siendo cosas tontas como sus series favoritas, postres y animales favoritos, eran cosas simples pero Muto estaba feliz por tener un avance.
Un dato importante era sobre la madre de Sanzu, gracias a una historia que el mismo Sanzu le había contado.
"Una linda mujer que tuvo a un lindo niño, mismo niño que dejó al cuidado de un cruel monstruo"
No fue difícil atar cabos, y más al notar el dolor en la voz de Sanzu al relatar esa peculiar historia, la única duda que tenía Muto era, ¿Quién era el monstruo? Quizás era Takeomi, o alguien más, no podía asegurar ni negar nada.
Un calor emanaba del delgado cuerpo de Sanzu, Muto abrazaba con fuerza al menor, delineando con su pulgar la nariz perfecta del chico, el arco de cupido de sus labios y las cicatrices que tanta intriga le causaba a Muto.
La piel del menor era suave, perfecta y fría, no importaba que tantos dulces comiera Sanzu nunca tenía granitos, ni subía de peso, parecía una linda muñeca esculpida a mano, cada detalle era perfecto y delicado.
—Sanzu, despierta— habló suavemente Muto, al oído del menor, apagando más sus cuerpos —Tenemos cosas que hacer.
Su voz sonaba más ronca de lo usual, acarició suavemente los sedoso cabellos del pelirosa y rió tontamente al ver cómo Sanzu escondía su rostro en la almohada.