Gabriela tenía mucho que pensar, ella sabía muy bien que su hermano tenía razón pero le faltaba valor para afrontar la situación, recorrió las calles de la ciudad sin importarle que la lluvia bañara sus cabellos, sin importarle el maquillaje destruido, solo se limitó a ser ella, a recuperar a esa mujer alocada que se reía de la vida en sus narices y a la que no está a dispuesta a volver a perder. La decisión estaba tomada, llegó a su casa y se encontró con esa soledad que por tanto tiempo fue su mejor aliada, prendió unas velas y bajo la ducha acarició su cuerpo desnudo, amando cada imperfección como si fuesen la más exótica obra de arte. A pesar de que la decisión que había tomado marcaba el fin de muchas cosas, sentía una paz inmensa porque sabía que le abriría la puerta a nuevos comienzos.
Manuel: Hasta que se digna la señora a volver a su casa
Gabriela: Por poco tiempo (sonrió)
Manuel: Hasta donde va a llegar el descaro?
Gabriela: Hasta este instante, quiero el divorcio
Manuel: Que estás diciendo, te estás escuchando?
Gabriela: Perfectamente, no tiene sentido seguir con algo que no nos hace bien a ninguno, yo prefiero no seguir y es una decisión definitiva
Manuel: Como quieras, me iré ahora mismo
Gabriela: No es necesario, mi taxi está esperando afuera, me iré yo
Manuel: Piensa lo que estás haciendo
Gabriela: No hay nada que pensar, nos vemos
Dió un último vistazo a su alrededor y se deshizo con una sonrisa de cada uno de los recuerdos vividos en esas cuatro paredes, en las que en algún momento de su vida fue la más feliz. Llegó el momento de emprender la huída a ese nuevo lugar seguro, al que llegaría sin previo aviso pero estaba segura que sería recibida con los brazos abiertos.
Daniella: Gaby que pasó, que haces aquí a estas horas?
Gabriela: Me sigue compartiendo su casa bella dama? (dejó ver sus maletas)