Capítulo 4: Una pelinegra misteriosa

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Emilia Bernard

Mis ojos estaban cerrados, la cabeza me retumbaba y podia sentir una punzada en mi nariz. No necesitaba abrir mis ojos para saber dónde estaba y saber por qué.

Estaba en la enfermería porque provoque a un imbecil y ahora estoy rezandole a lo que haya arriba que mi nariz esté rota para que me hagan la rinoplastia.

Esto solo podía pasarme a mi.

Último día y me dieron el puñetazo de mi vida ¿y todo por qué? Porque algún idiota le dijo a él otro idiota que me bese con su novia. Yo ni siquiera sabía que tenía novia ¿quién quisiera salir con él?

Ahora mamá pensara que es mejor no aceptar el trabajo y quedarse para cuidarnos.

Que día de mierda.

―¿Despertaste?― abri mis ojos de a poco por la luz que me daba justo en la cara.

Gire mi cabeza hacia la derecha y me encontré con una chica de pelo negro y unos ojos café casi negros.

Justo mi tipo.

―No― murmuré con una pequeña sonrisa.

Ella se mantuvo seria y se levanto de la silla que estaba a mi lado, entro a un cuartito de la misma habitación y salió con un vaso de agua.

Trate de sentarme bien, pero el dolor de cabeza me lo hizo imposible.

―Tranquila, no te esfuerces demasiado― la chica puso su mano en mi hombro y me extendió el vaso con agua.

―Gracias― me incline un poco para poder tomar sin tirarme el agua encima y cuando me termine el vaso de agua lo deje en la mesita de a lado.

―La enfermera fue a llamar a tu mamá, dijo que tuviste suerte de que Matias no te haya roto la nariz― volvio a sentarse y de su pequeño bolso rojo sacó su teléfono.

Ya se que soy aburrida, pero, ¿no habia otra manera de ignorarme?

―¿Se terminaron las clases?― ella asintió sin despegar la vista de su teléfono ―¿Tu me trajiste aquí?― ella nego, de nuevo, sin despegar la vista de su teléfono.

Después de que alguien me quitara a ese imbecil de en cima mis recuerdos eran un poco vagos, no podia recordar nada de lo que habia pasado después y ahora estoy en la cama de la enfermeria con esta chica que es demasiado linda, pero con este mal carácter y mi mamá va a llegar en cualquier minuto y se pondrá a llorar de la preocupación.

¿No puedo estar más jodida?

―¡Emilia Beatrice Bernard Rizzo!― una chica rubia entró corriendo a la habitación y me tomó del cuello de mi camiseta.

Tenía que abrir mi bocota.

―Espera, no puedes hacer eso. Le vas a causar una contusión― la chica de pelo negro se levanto de golpe de su asiento y se aserco a nosotras para que la rubia me soltara.

―Puede tener todas las contusiones del mundo. Para lo que me importa― ella estaba muy enojada y jamas la habia visto tan enojada. Da miedo.

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