𝟎𝟖

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210 a

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210 a. C.

—¿No se supone que al morir ya no siento dolor? —preguntó Qin entre quejas.

Hades había terminado ya de limpiar sus heridas pero eso no había calmado en lo absoluto las quejas del emperador. Parecía un pequeño niño, quejándose en voz alta ante cada toque sobre su piel.

—Solo te noqueó, no es gran cosa. —Guardó el material que utilizó para limpiar la herida y comenzó a vendar su brazo derecho. Realmente no necesitaba tratamiento alguno, pero era Qin de quien hablaba—. Perséfone fue demasiado considerada.

—Si esa es la forma de agradecer en el Inframundo, explicaría varias cosas.

—Te lo buscaste. —Hades escondió una de las puntas de la venda en el vendaje. Incluso si siendo un dios no necesitaba de esas cosas, los constantes accidentes de Sephyr lo habían obligado a adquirir tales cosas—. No puedo comprender qué era lo que esperabas al entrar a mis aposentos.

—No podía dejar que te perdieras de tu propia fiesta —respondió Qin, como si el hombre frente a él no hubiera sido quien le prohibió específicamente el crearla en primer lugar.

Hades dejó escapar un largo suspiro.

No tenía bien en claro debido a qué se daba su terca necesidad de ir contra de todo lo que se le decía u ordenaba. Lo cierto, es que para esas alturas dudaba que cambiase incluso después de su muerte.

Terminado el vendaje, el emperador dio media vuelta para ver completamente al dios sentado en el borde de la cama. Después de la para nada inofensiva aparición de Perséfone, Hades había conseguido salvar al humano de la mano de la diosa, y algo tocado por el ligero sentimiento de culpa, lo llevó hasta su habitación donde guardaba lo que usaba cada que su hijo terminaba lleno de heridas.

—Te agradezco. —Hades se esforzó por mantenerse viendo al frente pese a la cercanía—. Por ayudarme, es difícil incluso para mis hermanos.

—¿Eso es todo? —preguntó Ying Zheng con una mueca.

Hades parpadeó varias veces para seguir.

—¿Todo? —preguntó Hades confundido.

—Merezco una retribución por mis actos —bromeó Qin, cosa que pasó desapercibida por Hades.

—¿Qué es lo que deseas? —preguntó Hades después de considerar previamente su pedido.

La sorpresa en el rostro de Qin fue fácilmente ocultada. Le era imposible dejar pasar aquella valiosa oportunidad.

—Un beso —respondió Ying Zheng con su mejor sonrisa—. Bésame, esa es mi petición.

Las mejillas del dios se coloraron ligeramente, de un rojo casi imperceptible que era fácil pasar por alto. Seguido a eso, frunció el ceño ignorando la extraña sensación que crecía dentro de él.

𝐄𝐍𝐂𝐇𝐀𝐍𝐓𝐄𝐃 - HaqinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora