𝟎𝟑

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210 a

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210 a. C.

Era usual ver a Hades cuidar a su pequeño hijo en el Inframundo. Aunque ya tenía lo que vendría siendo diecinueve años humanos, mental y físicamente apenas tenía cuatro años. Su crecimiento era, extraño incluso para un dios.

No crecía al ritmo de un dios, ni al de un humano, ni de alguna otra criatura. Por lo que Hades no le despegaba la vista para asegurarse de que estuviera todo bien. Pero al ser uno de los dioses principales, tenía responsabilidades, responsabilidades que tenía que atender con prioridad.

Para su suerte, contaba con una linda esposa que lo ayudaba con cada una de sus tareas cuando él se encontraba ocupado. En ese tiempo, en realidad no seguían como tal en pareja, pero la alfa quería algo de libertad, y Hades necesitaba pasar su celo con algún dios cuyo aroma no le fuera despreciable, por lo que habían decidido seguir con eso.

De esa forma, se turnaban el cuidado del niño. Mientras Hades cuidaba a Sephye, Perséfone atendía los asuntos del Inframundo, y viceversa. Aunque Hades cuidaba al niño la mayor parte del tiempo.

Ese día no se encontraba en las mejores condiciones, ni siquiera para cuidar de su hijo. Desde que despertó, un insoportable dolor de cabeza no lo dejaba. La constante exposición a los demás olores le había afectado hasta tal punto que no podía calmar el dolor. Aun así, eso no evitó que continuara con su rutina normal.

—¡Mamá! ¡Cuéntame un cuento! —dijo emocionado el pequeño, sosteniendo el libro sobre su cabeza.

—Recuérdame qué edad tienes —dijo Hades, en un intento de parecer divertido, pero el cansancio era claro en su voz.

—¡No sé! ¡Cuento, cuento!

En ocasiones se preguntaba cómo podía ser su hijo, él no recordaba ser así de niño.

—Lo consientes mucho, por eso es de esta forma —dijo Poseidón a su lado.

Ese día su hermano había ido a discutir un asunto irrelevante, así que había aprovechado para convivir un rato.

Sephyr frunció el ceño a Poseidón antes de volver a pedirle a Hades un cuento. Frente suyo, no permitiría qué nadie le robase la atención de su madre, ni siquiera el tirano de los mares.

—Al menos lo consiento y no tengo hijos regados por ahí —se defendió.

—Sí cuido a mis hijos.

—Menciona uno.

Poseidón se quedó callado.

Hades se contuvo de burlarse más de su hermano. No lo molestaría. Al menos no ese día.

Sephyr observó atento la conversación de ambos dioses sin entender nada. Pero al ver el porte imponente de Poseidón, a sus ojos pareció buena idea acercarse para conseguir lo que deseaba.

𝐄𝐍𝐂𝐇𝐀𝐍𝐓𝐄𝐃 - HaqinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora