Amantes Clandestinos

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DÍA 1

Mikasa miró por encima de su libro de historia hacia su tutor, o más bien, al suplente de su tutor. Aquel joven era apenas cinco años mayor que ella, pero poseía grandes conocimientos acerca de todo que, en el último mes de los escasos cuatro que llevaba instruyéndola, había dejado de prestar atención a las lecciones y todo por no poder evitar no intentar perderse en su maravillosa voz, los gestos que hacía cuando hablaba o, simplemente, en el verde de sus ojos.

—Lady Mikasa, ¿me está prestando atención?—le preguntó en un momento determinado—. Disculpe que se lo diga, pero es evidente que me está mirando, pero su mente parece estar a kilómetros de aquí.

La muchacha se sonrojo un poco y se acomodó el kimono color lavanda que se encontraba usando en ese momento, uno de los tantos que solía usar durante el día y para cada ocasión que se podía presentar; ser la princesa heredera de Hizuru no era un asunto fácil para ella.

—Lo siento, no me distraeré más—respondió con propiedad.

Su anterior tutor era el padre de aquel joven y al ser sólo unos cuantos años mayor que ella, le había pedido llamarlo simplemente por su nombre a diferencia de su padre; además de que ambos eran extranjeros, provenían de una isla llamada Paradis.

—Eren—lo llamó—, ¿crees poder contarme alguna otra historia acerca de tu país natal?—le pidió con la mirada suplicante, ya estaba algo cansada de seguir las mismas materias de costumbre—. Por favor.

Él ladeó la cabeza, el tiempo que había pasado con ella había descubierto tres cosas en particular: que era muy buena para los temas de humanidades, pero solía fantasear demasiado; odiaba asistir a las reuniones formales, pero le encantaba lucir los distintos trajes que sus damas le colocaban y, por último, que tenía escondido muy dentro un deseo irrefrenable de salir del palacio, explorar todo lo que el mundo pudiese ofrecerle, pero al no ser posible, era por medio de él que podía conocer acerca de los demás lugares.

Fue por ello por lo que no podía decirle que no.

—Bien, creo que esto no te lo he contado aún—respondió él sentándose con las piernas entrecruzadas sobre el tatami, en la mesa frente a ella—, pero en Paradis tenemos algunas cuevas hechas enteramente de cristal.

Mikasa abrió ligeramente los ojos sin poder creerlo, pero al mismo tiempo tratando de imaginarlo.

Cuando él terminó de relatarle todo con lujo de detalles, ella se encontraba pletórica, pero aquel estado anímico le duró muy poco cuando se encontró suspirando con desánimo.

—Realmente me encantaría conocer tanto esos lugares, espero poder hacerlo pronto cuando asuma el trono aquí—comentó pensativa, pero realmente no quería que aquello llegara tan pronto porque significaba cargar con numerosas responsabilidades y no disfrutar la libertad como ella realmente quisiera—. Incluso aún desconozco muchos lugares de mi propio país, todo porque mi seguridad es lo más importante.

Eren la miró un momento, lamentándose que, a pesar de ser una de las mujeres con mayor rango en el país después de su abuela, quien era la actual regente, no podía hacer casi nada sin tener que pedir permiso antes.

Sin embargo, se le ocurrió algo, un poco arriesgado, sí, pero aún así quiso intentarlo.

—En mis tiempos libres suelo ir a explorar algunos sitios aquí en Hizuru—habló él— llegué hace algunos años, pero me he quedado maravillado con algunos lugares, sobre todo uno en especial al que pensaba volver en un par de días. —La miró un momento—. Sé que es impropio de mi parte pedirle esto, pero quisiera que pudiera acompañarme de forma clandestina, claro, sé cómo es la seguridad aquí.

One Shots EreMikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora