Entre sueños y pupitres

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Mikasa llevaba un semestre cursando la carrera de ciencias políticas y aún no decidía si lo amaba o no, quizá con el tiempo lo haría, pero eso no significaba que no pusiera empeño en todas y cada una de sus clases. No con un par de padres estrictos y un hermano con un bufete de abogados muy exitoso en el corazón de la ciudad de Shiganshina.

«Está bien, sin presiones»

Afortunadamente, había hecho una buena amiga en una de las clases: Annie Leonhart, aunque no era muy habladora—ella tampoco—habían logrado entenderse bastante bien.

—No te estreses, que se te saldrá un ojo y no quiero estar presente para cuando eso suceda—le dijo Annie cuando iban de regreso a sus hogares, caminando a paso tranquilo luego de haber pasado por una de sus cafeterías favorita por un cono de helado.

Mikasa echó la cabeza hacia atrás y soltó un gemido lastimero.

—Es que no es solamente un examen, Annie, este es EL examen.—Hizo especial énfasis en las últimas palabras—. Hasta ahora gran parte de los temas se me complican mucho de aprender, así que en cuanto llegue a casa repasaré hasta cuando los párpados me pesen tanto que no sea capaz de abrirlos, luego llegaré mañana muy temprano para repasar otra vez y así estar lista para lo que venga.

Annie suspiró, pero no replicó. En el tiempo que la conocía, sabía que ella era de esas personas que debían tener todo bajo estricto control, cronometrado y detallado. Un cambio podía significar un cataclismo entero en su vida y paz mental.

Y eso hizo Mikasa, apenas llegó a casa se dio un baño, preparó una enorme taza de café cargado y abrió sus libros y bloc de notas para estudiar.

Cerca de las cuatro de la mañana fue cuando cayó rendida y apenas tres horas después, la alarma sonó indicándole que debía ponerse en marcha.

«Estoy preparada, no hay nada que pueda salir mal».

Y se dirigió a la universidad caminando, repasando en la mente todo lo que había estudiado y cuando llegó al salón de clases no le sorprendió encontrarlo vacío.

«Está bien, solo faltan un par de horas para que inicie la clase».

Sin embargo, con cada minuto que pasaba, sentía los estragos del desvelo haciendo mella en ella, tanto que los párpados se le cerraban involuntariamente y sentía el cuerpo tenso y agotado.

De pronto temió quedarse dormida en pleno examen, así que pensó que meterse a un salón vacío para tener un sueño exprés en lo que iniciaba su clase no le vendría mal.

Buscó un salón que no se encontrara cerrado con seguro y cuando lo halló, fue hasta uno de los asientos de más al fondo, retiró la silla, se dejó caer y sus ojos se cerraron casi de inmediato.

***

Cuando abrió los ojos, lo primero que notó fue que las luces se encontraban ahora prendidas; lo segundo, que alguien se encontraba hablando—era la voz de una mujer y parecía ser ya mayor—tercero, y peor en todo caso, fue notar que en el pupitre de al lado de donde estaba sentada ella, se encontraba ocupándolo un joven.

«¿Tan común es que vengan estudiantes a dormitar a los salones vacíos?»

Sin embargo, cuando su mente se aclaró por completo, la sangre abandonó su rostro y un temblor recorrió su cuerpo cuando aquel mismo joven se giró apenas para mirarla, con la expresión más aburrida del mundo, como si no le importase su presencia.

Pero Mikasa se había quedado estática por un microsegundo y luego incorporado del todo, notando con asombro y horror que todo el salón de clases ahora se encontraba ocupado por estudiantes y la voz de la mujer que había oído, era la de una profesora.

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⏰ Última actualización: Sep 07 ⏰

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