Te voy a proteger

188 33 15
                                    

[]

.

.

.

Cambio de escena tiempo y lugar
(...)


Pasado

Hinata había imaginado que el mundo estaba lleno de bestias de gran pelaje, con garras con el filo de una espada y poseedores de enormes colmillos para devorar a niñas indefensas; o eso le había dicho Kō en una de las tantas historias que le contaba antes de ir a dormir.

Como primogénita de Hiashi Hyuga líder actual del clan más noble después de la realeza en la nación de Fuego. Hinata era por ley una princesa, y como en todos los cuentos que leía en sus libros de fantasía, era custodiada la mayor parte del tiempo después de haber sido secuestrada a la edad de tres años por los enemigos del Sur. Aquel día en el cual Hiashi junto con su hermano gemelo, quien murió en batalla, lograron rescatar a la pequeña niña. Desde entonces el líder del clan había mandado a hacer crecer los muros que rodeaban su hogar; fueron el doble de grandes, gruesos e impenetrables para cualquiera que se atreviera a pasar sin ser invitado. Solo para resguardar el bienestar de su hija.

Lo que el gran Hiashi no predijo en las cartas del destino fue en la astucia que puede llegar a tener un Mago de diez años con toda la intención ferviente de un guerrero para ver a su amiga.

Los Uchiha tenían reputación de traicioneros, se mezclaban entre ellos mismos para evitar confrontaciones con clanes externos. Muchas personas creían que su poder mágico venía del odio y dolor. Sasuke había escuchado en ocasiones como la gente hablaba sobre lo poderosos y malos que eran y por eso creía que sí solo llegaba a tocar la puerta de la casa de Hinata sería echado a patadas en cuanto lo reconocieran.

Por eso entre él y Hinata se les había ocurrido una idea genial. Mantener su amistad en secreto.

Desde aquel día en el pasado cuando se conocieron habían encontrado en el otro una extraña y peculiar conformidad. Hinata no convivía con otra persona de su edad, excepto de ese tal Neji— y aún así ese chico que le parecía prepotente era unos años mayor que ellos—. La relación de Sasuke con otros niños no era muy diferente a la de ella, pero eso era por el propio Sasuke que prefería pasar el tiempo practicando o con su hermano. Antes él pensaba que convivir con una niña sería molesto y fastidioso— ya que las niñas eran molestas y fastidiosas—  pero para su agrado la Hyuga resultó ser algo así como una cajita secreta llena de misterios para él.

Sasuke estaba muy seguro de que sí su padre se enteraba que estaba familiarizado con alguien externo al clan se enojaría mucho más de lo que ya estaba con no ser igual de fuerte de lo que era Itachi. Algo le decía también que sí el propio padre de Hinata descubriera a su primogénita escabullirse en las noches solo para pasar el rato con él, el líder del clan Hyuga le haría algo mucho más feo a su hija que encerrarla en su habitación o casarla con un hombre que no quería.

Haber logrado pasar el muro que dividía al clan Hyuga del resto del pueblo ya había sido una victoria para Sasuke; el método que usaba Hinata para salir de casa había sido realizado por él con el cien por ciento de efectividad. No podía creer que esa Hyuga fuera capaz de atravesar todas las noches las feas y olorosas alcantarillas. ¿Qué diría Hiashi Hyuga al saber que su princesa caminaba por aguas sucias? Era algo que a Sasuke siempre le daba risa de tan solo imaginarlo.

Cruzar el muro no fue la gran cosa. Evadir a los guardianes que vigilaban los jardines del clan con ojo de alcón sí que le había dado a Sasuke más de un problema; si no fuera porque ya dominaba con excelencia el conjuró para hacer dormir hasta a un elefante ya lo hubieran capturado. Sintió una pequeñita punzada de culpa al dejar a dos hombres tendidos en el piso perdidos en la inconsciencia por al menos tres días. Tal vez si tan solo no estuviera tan preocupado por esa pequeña Hyuga no se haya metiendo en tantos problemas, pero por mucho que lo deseara, aquello era algo que siempre los perseguía.

El Mago y La EmperatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora