Pumpkin duo

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En dónde el jefe más temible se enamora del secretario más adorable.
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Jschlatt era una de las personas más frías del mundo, bueno, pues esa persona estaba ahora mismo nerviosa con la simple idea de pedirle a su bonito secretario una cita.
¿Por qué está tan nervioso?
Pues Quackity no era cualquier persona, era el más dulce de todos los dulces, la más hermosa de todas las obras de arte, la más encantadora de todas las melodías. Y él, él era un hombre que a duras penas podía controlar su ira, un hombre al que sus propios empleados le tenían miedo, un hombre al que Quackity trataba como a alguien más, sin importarle lo que la gente decía.

-Quackity, ¿quieres ir...por un helado?
-Claro.
La bonita sonrisa hizo que su corazón palpitara de forma que sentía que iba a saltar fuera de su pecho.
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-¿De qué gustarían sus helados?
-¿Qué sabor deseas Quackity?
-Chocomenta para mí, por favor.
-¿Y el otro?
-De vino tinto.

Ambos se sentaron en una pequeña mesa, Jschlatt sentía su corazón palpitar con tanta fuerza que temía que el menor pudiera escucharlo.
-¿Esto cuenta como una cita?
Al mayor casi se le sale el corazón-Solo si tú quieres.

A Jschlatt le costó bastante mantenerse calmado, mantenerse en su postura fría y despiadada, pero el peli negro siempre sacaba lo mejor de él.

-Disculpa lindo, no te recomiendo salir con él.
Y ahí estaban, los estúpidos que creían que estaba bien entrometerse cada que veían a una persona con él.
-No te me-
-Disculpe, no creo que yo haya pedido su opinión. Por favor retírese.
Quackity volvió a concentrarse en su helado pero fue interrumpido por aquél individuo, quien lo tomó por el brazo.
-Así que eres terco eh, me gusta más cuándo se resisten. Oh, ¿no eres la secretaria que dice ser hombre?

Eso sí no lo iba a permitir, ¿quién se cree este hijo de puta?
Un puñetazo fue a parar en la cara del extraño.

-Vámonos Alex, parece que este lugar está infestado de animales sin cerebro.
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-Gracias por defenderme pero en verdad estoy acostumbrado.
-No deberías soportar lo que eso imbéciles dicen. No voy a dejar al chico más lindo de este puto planeta.
-¿Te gusto o qué?
-De hecho-
-¡¿Yo te gusto?!
-Sí, para eso era la cita. Aunque es tu decisión, no planeo obli-Quackity interrumpió al mayor con un beso.

¿Cómo había terminado enamorado de su frío jefe?
No lo sabe con exactitud pero le hacía bastante feliz el cómo sus labios parecían conectarse de manera tan mágica. Incluso podía sentir que estaban en una burbuja de amor.
Jschlatt era tan frío, y él era tan cálido, parecía que así debía de ser. Su sonrisa no tardó en aparecer en cuanto sintió al mayor tomar su mano.

-Me gustas.
-A mi también me gustas.
Los dos comenzaron a reír, ¿cómo es que podían ser tan torpes a ésta edad? Parecían dos estudiantes de secundaria intentando confesarse.

Después de dejar en claro sus sentimientos caminaron hasta casa del menor, Jschlatt se negó a dejar que, su ahora novio, regresara solo a estas horas de la noche.
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¡Maldito sea quien me haya dado un puto útero!

Alex se removía en su cama, no quería ir a trabajar, no cuando sentía que había alguien estrujando su útero.
No lo culpen, aún no estaba seguro de hacerse alguna cirugía, no después de que el doctor le haya dicho los riesgos. Por eso mismo ahora tenía que aguantar sus dolores menstruales.
Había tomado hormonas por un tiempo, pero éstas le hicieron daño, aún así, habían hecho efectos suficientes cómo para hacerlo ver mejor.

-¿Quackity?
-¿Jschlatt? Gracias a Dios, no aguanto, me duele todo.
El mayor sentó al menor en su regazo-¿No planeabas decirme que hoy llegaba?
-No pensé que iba a doler tanto.

Meet me at midnightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora