La vida, sigue.

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Se estaba acercando el verano, y mis padres volverían a casa más a menudo. No sé si eso me alegraba o me hacía temblar. Mi relación con ellos nunca ha sido cercana. Siempre están trabajando, desde que cumplí los trece años, he estado viviendo prácticamente solo con mi hermana. Decidieron que yo ya era lo suficiente mayor para cuidar de mi y también de ella, así que empezaron a hacer viajes de negocios al extranjero con la empresa que montaron hace años.

Años atrás, antes de que empezaran a irse más a menudo, crearon un clima de crispación en la casa que era insostenible. Pero solo para mí. Consideraban que mi hermana, al ser más pequeña que yo, era más débil y que necesitaba más atenciones. Yo no tenía opción a negociar ni protestar con nada, porque, la respuesta que obtenía era: "no te pongas a su altura, ella es una niña". Pero de lo que no se daban cuenta, es de que yo también lo era. Pero no tenía derecho a serlo. Siempre me decían lo que podía hacer y lo que no, lo que estaba mal y lo que estaba bien, y si me equivocaba, era por culpa mía y solo mía. Nadie me tendía la mano. Mientras que mi hermana, era totalmente libre para decidir que hacer. No importaba que estuviera bien o mal, que me hiciera daño su comportamiento. Daba igual. Vivir esto, me hizo crecer más deprisa que el resto de las chicas de mi edad. Ya que, tenía un rol asignado de por vida. Tenia el rol de ser la responsable que no era mi hermana, la que tiene que mantener todo bajo control, la que tiene que cuidarse sola. Y la que, por desgracia, no controla absolutamente nada. Porque se le empezaba a ir todo de las manos. Por tanto, como sé que vuelven a casa, tengo el miedo que sentía entonces. Sabía que mi lucha interna iba a ser más intensa de la que tengo ahora mismo. Que vendrían días de encerrarse en la habitación a llorar a escondidas y de no ser suficiente. Mas de los que ya tengo. 

John, que, aunque no sabía como me sentía realmente por dentro, sabia la situación que había vivido siempre en mi casa cuando mis padres volvían de trabajar después de tantos meses, me ha propuesto irme a vivir a su casa con sus padres para poder pasar más tiempo juntos y probar un poco de convivencia para el día que nos independizáramos. Pero se que no es mi sitio y aunque su casa está muy cerca de mi trabajo, voy a desestimar la petición. No estoy preparada para que alguien conozca realmente como soy, no quiero correr el riesgo de perderle. Tengo miedo de no cumplir sus expectativas y de no ser suficiente para él. A pesar de eso, estoy agradecida por esta vía de escape. No he cerrado la puerta del todo, porque se que no puedo aguantar toda la vida esta situación.

-Chicas, tenemos noticias que contaros, venga bajad. --Dijo mi madre bastante seria-

Vosotros diréis. --Dije con curiosidad

-Los negocios en el extranjero no se nos han dado todo lo bien que esperábamos, hemos perdido muchísimo dinero y solo trabajaremos desde aquí. Las cosas van a empezar a ser un poco mas difícil, y vamos a tener que cortarnos de bastantes cosas. -Comentó mi padre

-¿Vais a quedaros aquí en casa entonces? --Preguntó Nina

-Si, por el momento estaremos una larga temporada aquí, de forma indefinida podríamos decir. Así Kate podrá dejar de cuidarte. 

-A mi no me hace falta que nadie me cuide, y menos ella. Además prefiero que volváis a estar en casa, estoy harta de que ella me diga que tengo que hacer y que no. -Se quejó Nina

-No hace falta que seas tan desagradecida ¿sabes? Me doy por enterada de que no quieres que esté aquí, pero también es mi casa, por si no lo sabes.

-Kate, por favor, no hables así a tu hermana. –Me regañó mi madre

-O sea, ella me dice que está harta de mi, y la no tengo que hablar mal a mi hermana ¿soy yo? -Dije bastante enfadada.

-Ella es mas joven que tú, tu ya eres mayor tienes tu vida y tu trabajo, no hace falta que te pongas a su altura. 

- Vale mamá, me voy a mi habitación. -Dije dando por finalizada la conversación

Esto solo acaba de empezar. -Pensé. Me encerré en mi habitación y en todo el día nadie quiso saber de mi en todo el día. ¿Y si tienen razón y estoy actuando como una niña? ¿Y si acepto la petición de John? Siento una presión en el pecho, como si me estuvieran aplastando con una losa de mármol. 


No puedo respirar. He abierto los ojos justo quince minutos antes de que sonara el despertador, llevo dormida o desmayada toda la noche. Tengo que ir a trabajar, y tengo una pesadez de cabeza increíble. Tengo que dejar de pensar tanto las cosas, algún día me va a reventar. De camino, voy pensando lo que pasó la tarde anterior. Me han hecho ser menos que los demás, y yo lo he consentido. Pero me quito ese pensamiento de la cabeza en cuanto me doy cuenta de que voy a entrar en la oficina. 

Otro día más aquí, y no veo la luz por ninguna parte. He entrado veinte minutos antes para tener un poco de paz sin nadie alrededor, pero este lugar no me da paz ni estando vacío. Quiero salir corriendo de aquí, quiero esconderme otra vez en mi cama. Preveía que iba a ser un mal día, mucho peor que de costumbre, estamos a final de mes y es fecha de hacer cierre contable, me esperan días intensos.

-Chica, ¿Puedes ir notificando a los clientes que tienen alguna deuda pendiente?-Me dijo con brusquedad Elisabet

-Vale, ahora mismo me pongo con ello, ¿tienes algún Excel con todos los datos de los clientes?

-No, ve mirando facturas de otros meses y contactas con ellos. Ah, y nada de mandar emails, les llamas directamente. No tengo hoy el día para aguantar excusas de nadie.

-Mmm vale, me pongo en contacto con ellos. – Dije sin tener mucha idea de como afrontar ese tipo de llamadas.

He ido llamando a cada cliente uno por uno, sin ninguna aclaración. Todos me decían que en breves pagarían, o que ya habían pagado y que revisáramos nuestras cuentas. Así se lo he transmitido a Elisabet, pero en mi cabeza, antes de informarla, ya me estaba imaginando su reacción.

-Desde luego que no me demuestras los títulos académicos que tienes eh.-Me dijo bastante enfadada.

Al oír eso, me he quedado petrificada, no he sabido que responderla. Quizá tenga razón y no valgo para absolutamente nada. 

Con la poca dignidad que me quedaba, me he levantado y me he ido a encerrarme en el baño, otro día más. A sentirme una desgraciada, y a dejar que, una vez más, me hicieran sentir mal y yo misma lo consintiera. Debería haberle contestado, decirle que ella no es nadie para hacerme sentir así. 

Pero no he sido capaz, no tengo valor.

Ey, soy Kate.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora