Tocarte

314 28 24
                                    

Los últimos días habían sido complejos para la pareja de recién casados, en gran parte precisamente por eso, por su matrimonio tan apresurado e inesperado para todos, incluso para ellos mismos que nunca pensaron en volver a unir sus vidas.

¿Las razones? Ella para volver a estar cerca de sus hijos; y él por amenazas de la pelirroja, aunque muy en el fondo de su corazón sabía que era lo mejor y lo correcto.

Apenas llevaban tres días casados y ya había tenido un sin fin de altercados con todos los miembros de la familia y entre ellos.

Los sentimientos de Esteban lo tenían confundido, por un lado estaba la mujer con la que apenas unos días atras estaba comprometido y creía amar; y por otro, la mujer que más amo en toda su vida, la madre de sus hijos, pero también quien más lo hizo sufrir, y aún con todo eso le seguía despertando sensaciones que aún no tenía claras.

La abogada había vuelto a casa antes que su marido, se encontraba duchándose, necesitaba relajarse después del día tan agotador física y mentalmente que habia tenido.

Un baño siempre mejora las cosas o por lo menos te despeja la mente un momento.

La puerta del baño se encontraba semiabierta. La pelirroja estaba tan sumergida en sus pensamientos que en ningún momento se percató de el detalle de la puerta.

A su llegada, el empresario entró a la habitación buscando algún indicio de que su mujer había llegado, pero parecía que no.

"Debe estar con su abogado" pensó, la sangre le hervía de imaginarla en los brazos de otro. Pero ¿Por qué? Si se suponía que la odiaba. Ella podía revolcarse con quién quisiera y no tenía por qué importarle.

Suspiró intentando relajarse y borrar esos absurdos pensamientos. Se encaminó al vestidor, pretendía darse una ducha también, sin imaginar que al pasar por el baño se encontraría con la figura desnuda de su esposa bajo el chorro de agua.

Sus pupilas se dilataron y tragó saliva. Verla así le traía tantos recuerdos de pasión a su lado, las mejores noches de su vida. Seguía igual de hermosa que hacía veinte años atrás, incluso más sexy.

La observo en silencio durante toda la ducha; estaba mal, lo sabía perfectamente. Estaba invadiendo su privacidad e íntimidad, pero no podía evitarlo.

Recorrió con su mirada cada detalle de su cuerpo, para refrescar sus memorias. Cada movimiento de la pelirroja al pasar el jabón por su cuerpo le erizaba la piel.

–Perdón. -dijo al simular entrar al baño y encontrarla en bata.

–No, no te preocupes. Está bien. -respondió tranquila asegurando el nudo de su bata.

La ojiverde no tenía idea de lo que Esteban se encontraba haciendo minutos antes, si se hubiera dado cuenta le habría sacado los ojos.

–Puedo usar otro baño. -notablemente nervioso y sin poder evitar recorrerla de pies a cabeza con la mirada e imaginarla desnuda.

-No hay problema Esteban. -aseguró.

–¿Vas a bajar a cenar? -preguntó intentando ignorar sus pensamientos.

–Si, dame unos minutos, por favor.

–Bien... -permaneció inmóvil, observándola como tonto. Quería besarla, necesitaba besarla.

–¿Se te ofrece algo más? -lo sacó de su nube de pensamientos. -Voy a vestirme y enseguida dejo el baño a toda tu disposición. -observó extrañada, se estaba comportando bastante raro.

–Si, si, perdón. Es que... -tragó saliva.

–¿Que? -arqueó la ceja. Para ese momento ya había notado como la miraba. No eran miradas de odio o desprecio como las que le regalaba últimamente, esta vez era ¿Deseo?

OS | agua, chile, mole y pozoleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora