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Kiev no había podido negar que las charla le había agradado. Después de la incómoda pregunta de la muchacha de cabello hinchado a la zorbana, se habían alejado y tardó un rato en entender que la mano de Bastian se había aferrado a la suya, y aunque fue solo por un momento, no pudo evitar sentir que le subieron los colores a la cara.

Odiaba eso de sí mismo, se sentía tonto y torpe cuando sabía que tenía las mejillas coloradas, pero el granjero era un hombre atractivo, y no solo por su físico, también por su misterio, su carácter serio y pensativo.

Un par de veces estuvo a punto de chocar con los restos de las forjas que se habían utilizado hacia cientos de años para crear armas de metal ennegrecido, y cuando llegaron al otro lado del estadio comprobó que el instructor era un hombre bajito de piel canela, con el cabello muy blanco de nombre Tull. Kiev se preguntó si sería un apellido, pero el hombre solo les dijo Tull.

Se avergonzó al quedar en evidencia como un ignorante del tema, Bastian lo había soltado no más llegar y él se quedó recordando la sensación de su mano cálida entre la suya hasta que Tull le había hecho una pregunta.

— ¿Disculpe? — varios se habían reído, pero Maley lo empujó por el hombro.

— Que si sabes las segunda habilidad del heredero del bárbaro — Kiev miró a los ojos oscuros del anciano y negó con vergüenza, así que de ahí en adelante trató de prestar más atención.

El legado del bárbaro era el legado más común de los poderosos, grupo dos, y aun así apenas un puñado de hombres y mujeres lo habían recibido.

Aparte de fuerza y resistencia, los herederos del bárbaro poseían una infinita capacidad para convertir cualquier cosa en un arma, desde una bomba con un cerillo de pólvora blanca o diez formas de matar con un clavo. Sus equipos se usaban en todo el reino, la capacidad de generar herramientas no solo acaparaba el ampo de la guerra.

Kiev imaginó que el primer mundo sería mucho mejor si dejaran que estos herederos explayaran su habilidad en todos los ámbitos, pero en la guerra ya habían inventado bumerangs que lanzaban granadas y regresaban con su lanzador para ser cargadas nuevamente, zapatos que amortiguaban el sonido, látigos que desprendían diversas cuchillas de metal, pero sobre todo, sus avances con la pólvora eran increíbles. Solo bastaron un par de libros que hablaban sobre ellas robados de la biblioteca del rey para que ahora todo el reino las utilizara, aunque eran caras de elaborar y la gran mayoría estaba en Orlás, en el frente de batalla.

Mientras Tull saciaba la sed de curiosidad de Maley, Bastian estaba concentrado en la conversación con las manos en los bolsillos y Kiev comenzó a aburrirse, tenía claro el concepto del bárbaro.

— Cual elegirías — le preguntó Bastian y Kiev dio un salto.

— ¿De qué o qué?

— Si pudieras elegir un legado, ¿Cuál elegirías? — Kiev apretó los dientes, ciertamente era algo que nunca había pensado, sí se había imaginado con los poderes que otorgaba el árbol, pero de forma casual y dependiendo de cual legado fuera el tema de conversación, pero nunca se había hecho esa pregunta. Miró a Bastian y trató de mostrar una linda sonrisa que de seguro salió fatal ya que el rubio borró un poco la sonrisa que tenía.

— Supongo que el legado del hombre de acero — Bastian apretó los ojos, como si estuviera decepcionado de la respuesta, así que Kiev se lo pensó mejor — pero es el que todo el mundo quiere, ¿No? — por sobre su cabeza logró ver a la mujer delgada y pálida del otro pequeño grupo y murmuró casi para sí mismo — saber que pasa en el futuro es... interesante — Bastian miró hacia donde Kiev veía.

— ¿Te interesa el legado del heraldo? Demos un vistazo — comenzó a caminar hacia ese grupo y Kiev lo siguió.

— Pero, en el hipotético caso de que ganemos un legado y que lo recibamos, será el del bárbaro — Bastian se encogió de hombros.

Los herederos del legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora