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Habían tenido dos semanas realmente relajadas en cuanto al trabajo en la forja. El comandante de los incentivaba cada mañana a ser fuertes, a pelear con valor y lealtad pensando siempre en el primer mundo, pero no podía estar más equivocado.

Los grupos de fulgores se habían asentado ya, y habían generado dos contrincantes para el grupo de Kiev.

En primer lugar, estaba el grupo de Blerr Alférez, conformado por cinco mujeres bien capacitadas que Kiev no conocía, y cinco hombres grandes y fuertes.

— No durarán nada — le había dicho Maley una mañana mientras desayunaban — escogieron solo fuerza y no cerebro, eso los eliminará.

Pero Kiev no estaba muy convencido, aunque lo cierto era que Maley no era un muchacho a subestimar, tenía una respuesta para todo y un papel lleno con los datos más importantes de los contrincantes más fuertes.

— Ellos me asustan más — les comentó Bairon esa misma mañana.

El siguiente grupo fuerte era liderado por una zorbana de cabello trenzado hasta la cintura y los ojos azules y vivaces, Kiev nunca había visto a una mujer con tanto musculo en su vida: Tenía una espalda ancha y unos brazos dos veces los suyos. Era una mujer callada y observadora, con sus ojos claros prestar atención detenidamente a cada miembro y Kiev sentía un escalofrío en la espalda cuanto lo miraba.

Un rumor con el que llegó Maley una noche era que la mujer, llamada Prina y que era la que Iliana procuró intentar meter en su grupo, quería a Kiev.

— Eso es imposible — le dijo Kiev — casi nadie sabía de mi existencia antes de llegar a la forja, o al menos de cómo era.

— La mayoría de los grupos se forman antes de llegar al programa — le dijo Bastian, esas dos semanas había mejorado su carácter, pero seguía siendo un libro cerrado para Kiev — nos dijiste que tu papá te entrenó desde que tenías como diez, y que le gustaba regodear sobre tus habilidades, de seguro llegó al oído de sus familia y bueno...

— Mi padre me lo hubiera dicho — Maley se rio.

— Según lo que nos has contado de él, creo que no se tomaría esa molestia, Prina hubiera llegado con un papel con la letra de tu padre y ya está, una orden escrita — lo cierto era que Kiev apenas si había mencionado un par de veces al hombre, pero Maley tenía razón.

El grupo de Prina era pequeño, solo cuatro mujeres y tres hombres, todos zorbanos, y aunque Kiev quiso memorizar sus nombres se le habían escapado hacía más de una semana así que se refería a ellos con adjetivos: El alto, la ruda, el carismático...

El día a día en la forja era una batalla constante, y aunque el comandante, el zorbano Aliver Mardor, fuera un soñador de la empatía y el trabajo en equipo, lo indiscutible era que los grupos comenzaron a destrozarse poco a poco, y de la forma más sucia y discreta posible.

Una noche en la que Kiev aún no imaginaba por qué debían tomar turnos de guardia y meter la cama en el rincón, escuchó los gritos de alguien. Cuando levantó la cabeza, la oscuridad cegadora le impidió verlo con claridad, pero alguien pasó corriendo por entre los camarotes, alguien con el aspecto de Blerr Alférez. Era la guardia de Maley y Bastian dormitaba al lado de Kiev.

Era lo único que mantenía a Kiev interesado en la hora de dormir, ya que las pesadillas lo mantenían despierto gran parte de la noche. Maley había juntado tres camas en una sola y los cuatro hombres dormían en ella. Maley en la esquina del rincón, Bairon en la esquina de la orilla, y en el medio él y Bastian.

Kiev estaba seguro que el joven Karristel había escogido esas ubicaciones por ponerlo junto al granjero y Kiev lo agradeció, aunque al principio le costó dormir el calor del hombre a su lado lo reconfortaba, y más pronto que tarde comenzó a gustarle. No importaba qué pasara durante el entrenamiento, que maltrecho tuviera el cuerpo o qué rabias le hubieran estropeado el día, el calor del hombre lo esperaba cada noche al final de la jornada.

Los herederos del legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora