Árboles de cerezo.
Las mañanas eran cálidas, las noches frías como el hielo pero esta vez el clima se había unido para formar un momento perfecto en el cuál nuestro acróbata se encontraba absorbido. La semana entera, entre evaluaciones, acrobacias que parecían no tener fin, la fama todo en sus hombros necesitaba unos momentos para sí mismo, recapacitar cosas que este año –un nuevo comienzo de vida- le estaba mostrando. Una de las tantas ideas nebulosas que se le cruzaron por su mente fue, sin duda la que más pensaba en esos momentos, el amor.
En edad bastante temprana no se había interesado en ese sentimiento meloso pero era sólo un niño, su mente estaba capacitada para otro tipo de cosas como su vista fija en su más grande meta. Cuando llego a los 16 años, sus metas estaban casi completas pero se sentía solo. La compañía de su mejor amigo Gunther no llenaba ese vacío hasta que la vio.
La chica rubia, ojos esmeralda brillante, sonrisa que podía debilitar sus rodillas… ¡Basta! No se encuentra enamorado de ella, no lo está. Se sentó en una de las mesas esperando que la comida llegue, comida china, sí. Eso era lo que necesitaba.
La noche se avecinaba, el viento soplaba fuerte haciendo las hojas de los árboles caer al pavimento. Después de su cena, al lado de su bebida se encontraba una pequeña galleta de la fortuna. Esas que dentro de ellas tienen un pequeño papel con alguna estúpida frase que "predice tu futuro". Es escéptico no cree en esas cosas, tienes un futuro gracias a los frutos de tu trabajo, no por una pequeña frase que puede o no alegrarte el día. Aun así, la abrió.
"El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos."
No puedo evitar reírse entre dientes, ¿esto es enserio?
Dejó el dinero en la mesa con alguna que otra propina, y se fue. Camino golpeando una pequeña piedra que se encontraba en su camino una, y otra vez. El frío congelo sus manos, desde lo lejos pudo divisar a la presidenta de la clase con un libro en sus manos. Por cierto impulso camino hasta ella, tenía un pequeño experimento volando a su alrededor, era mejor que ponerlo en práctica. -¡Kendall!- grito a pocos pasos de ella, esta se detuvo mirándolo, al estar bastante próximo a ella la tomo de ambos hombros rompiendo la distancia entre ellos…
El momento se detuvo, sus labios, por dios sus labios. Se había olvidado completamente el sabor de estos. Iluminados por la luz tenue de un poste, las estrellas rodeándolos, y a su lado una gran pared con un grafiti en él, un árbol de cerezo. Se separó a pocos centímetros de sus labios respirando agitadamente, eso había sido increíble.
-Sí…- sonrío para sí viendo el rostro perplejo de su enemiga- Creo que la prueba dio positivo.