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-Estamos perdidos. Admítelo.

Giró la cabeza al peliblanco y le dedicó una mirada envenenada.

-Creo haberte ordenado que te calles hace un rato.

Él tan sólo se encogió de hombros y siguió acariciando distraídamente la mejilla de su caballo, extrañamente obediente. Eliza volvió a bajar la mirada a aquella carta y al mapa de la zona que habían incluido. Aunque lo de mapa era un decir, ya que era complicado considerar que esos garabatos pudieran ayudar a alguien a encontrar su camino. Encima la letra de los apuntes era simplemente ilegible. Había optado por tratar de fijarse en el ambiente y buscar algún dibujo que vagamente pudiera recordarle a algo que veía. Hacía un rato, por ejemplo, había encontrado una piedra alta con forma de monolito que en el mapa habían dibujado. Buscar ese árbol serpenteante con un cartel que se supone que quedaba a pocos metros del pueblo no estaba resultando nada fácil, y menos si, en su busca, habían vuelto a toparse con aquella piedra del principio. Ese extraño bosque parecía querer perderles o algo. Ese bosque y esos estúpidos pueblerinos que no sabían dar unas instrucciones en condiciones. Si no fuera porque era la primera misión en meses que tenían, les hubiera instado a que buscaran a otra persona.

Siguió refunfuñando para sí, el único sonido el de los cascos de los caballos que pisaban las amarillentas hojas secas que cubrían casi por completo el suelo y los gorgoritos de algunos pájaros cantores que cruzaban de un árbol a otro. Hacía un rato que había ordenado callar a Gilbert -todo con tal de no le taladrada los oídos con sus "te lo dije" con esa estúpida e irritante voz suya llena de una soberbia que no se merecía- y empezaba a arrepentirse un poco porque el tiempo pasaba y pasaba y empezaba a aburrirse y desesperarse y a desear con todas sus fuerzas chillar al cielo y que mágicamente encontrara una salida y poder decirle ella ahora un "te lo dije" lleno de rabia contenida y prepotencia en estado puro.

Pero no, nada hasta que no diera con ese maldito árbol, o cosa que debería ser un árbol pero a saber qué pretendían que fuera cuando lo dibujaron de una manera tan nefasta. Estos disgustos debería cobrarlos aparte. Una especie de tasa extra por pérdida inútil de su valioso tiempo. De hecho, si al acabar la misión no le pagaban bien entraría en cólera y no quedaría títere con cabeza. Iba a arrancar el maldito árbol torcido y lo iba a tirar bien lejos para que ya nadie pudiera llegar al maldito pueblo. Se iban a enterar de lo que vale un peine si no le pagaban en condiciones, los muy relamidos.

Tardó un rato en darse cuenta de que Gilbert no estaba a su lado. Al principio se asustó bastante, pensando que le había perdido en ese maldito bosque y que tendría que salir a buscarle y perderse aún más. Pero tras mirar alrededor, pudo vislumbrar entre la arboleda el movimiento de la cola gris de su caballo, así que azuzó a Árpád y le dirigió hasta aquel punto, que se salía del ancho camino que habían estado siguiendo. Le encontró mirando fijamente a algo oscuro que colgaba de una rama. Necesitó unos segundos para poder darse cuenta exactamente qué era.

-Tal vez -murmuró, parada a su lado y mirándolo con tanta fijeza como él, su respiración más pesada- no era un árbol lo que estábamos buscando, al fin y al cabo.

Colgando de una rama, dándole un raro aspecto que reconoció como similar a lo que había en el dibujo, había un cadáver: un lobo de mediana estatura y pelaje gris, todo su cuerpo lleno de heridas y sangre seca y alguna punta de flecha sin extraer, con la boca abierta, mostrando los colmillos en el último gruñido que pudo soltar antes de expirar y que ahora no lograba aterrar ni a las moscas ni a los gusanos, que lo estaban usando a su antojo mientras su piel se descomponía, dejando aquel pútrido olor a muerte, en la soledad de aquel oscuro bosque.

Quién podía pensar que aquello sólo sería el pistoletazo que indicaba el comienzo de la negra historia que les esperaba en aquel recóndito pueblo alemán.

Jäger [CANCELADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora