SERENA
Todavía no dejaba de andar por mi mente lo que Diecisiete me había dicho la noche anterior, en su momento acepté, pero ahora no estaba del todo segura, menos cuando al abrir la puerta de mi cuarto lo vi recostado en la pared de al lado esperando por mi.
Tenía sus manos metas en las bolsas de sus jeans, vestía más relajado y se le veía más tranquilo que cuando nos conocimos.
– ¿Qué... haces aquí? – pregunté tontamente.
Ya sabía la respuesta, pero una parte de mi quería pensar que no era eso, por eso pregunté de manera tonta.
– Esperándote, anoche aceptaste salir conmigo, pero no vine por eso en exactitud – explicó tranquilo.
Conocía pocas cosas del androide 17, lo poco que sabía es que cuidaba una isla de animales en peligro de extinción de los cazadores furtivos; además de ser hermano de la androide 18, la esposa de Krillin y mamá de Maron.
Además de que eran el enemigo hace casi veinte años atrás, que fue cuando Trunks y mi yo del futuro vinieron al presente a advetirnos de ellos dos, pero no sabían sobre Cell; eso fue un factor sorpresa, aún así y gracias a Gohan, lograron ganar.
– ¿Entonces...? – pregunté a medias.
¿Porque me pongo así cuando estoy con él?
Era extraño, me parecía gracioso, nunca me había afectado el hablar con chicos y mucho menos, siempre creí que eran una enorme pérdida de tiempo; y mirenme aquí, casi tartamudeando por él.
Si Trunks me viera se burlaría de mi.
– Desayuna conmigo – pidió viéndome.
Asentí tontamente. Sabía que si hablaba iba a salirme la voz entre cortada por los nervios, por eso sólo atine a afirmar con la cabeza y de manera torpe.
– Bien – sonrió y tomo mi mano.
Aquello me sobresalto, así como cuando aprendí a controlar mi ki y sentí su tacto cálido, no estaba usando los guantes que usaba cuando lo vi nuevamente en la casa; tampoco usaba la ropa de trabajar, era algo casual y sencillo. Literalmente yo me estaba dejando guiar por él hacía el comedor de afuera del barco, donde estábamos todos ayer por la tarde, su paso era lento y tranquilo, mientras acariciaba el dorso de mi mano con su dedo pulgar.
Juro que mi corazon se detuvo unas milésimas de segundos ante aquella acción, no entendía su repentina atención o fijación hacia mi; pero me empezaba a sentir cómoda con él a mi alrededor.