Excepciones para un Rey

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A Shota no le importaba ser el rey.

Era lo único para lo que había nacido al final, toda su existencia se basaba en la corona que residía en su cabeza.

No era que fuera un tormento, tenía más dinero del que una persona podría gastarse jamás, varios palacios que podría considerar su hogar ¿Quería uno más? Ya habría decenas de los mejores artesanos del reino preparados para hacerle una pagoda de amatista si le apetecía. Tenía todo un ejército de criados y consejeros que luchaban entre si para complacer todos sus caprichos.

No es como si él tuviera alguno, la falta de caprichos en realidad los ponía algo nerviosos.

Asi que vez en cuando usaba este poder para darles algo que hacer y así no tener que tolerar al sequito real preguntando si "¿Su alteza necesita que acomode su pañuelo?" No. Su alteza no lo necesitaba.

¿Café del continente extranjero por la mañana con la cucharada justa de azúcar y una pizca de canela? "Aquí lo tiene, Majestad, en un platillo con borde de oro"

¿Una daga de plata con balance perfecto forjada en las fraguas de Wayland el Herrero? "Bueno, no importa que sea solo una leyenda. ¡Lo conseguiremos de inmediato Majestad!"

¿Un elefante bebé? "Bueno, seguro nos tomara algo de tiempo, pero si es lo que su majestad desea tendrá uno para el próximo fin de semana" No es como si hubiera adquirido el pequeño paquidermo, esa petición la había hecho en su primer día como Rey cuando probaba hasta donde llegaban sus límites.

Las posibilidades cuando eras ungido por la gracia divina y por tu sangre corría sangre real no tenía límites, bueno... unos cuantos. Ser rey no era un castigo, mucho más desde que se tenía la posibilidad y los medios para hacer las cosas mejor, que era lo que Shota había deseado desde que asumió el liderazgo de toda la nación.

Pero justo ahora no era el Rey Aizawa III de Yuuei, quien residía en el palacio real y portaba la corona que habian llevado generaciones de reyes antes de él, era solo un maestro mucho más exigente que la mayoría en uno de los muchos patios de entrenamiento con los que contaba Orichi Manor: el corazón de la academia de caballeros de Yuuei.

Un hombre simple, con un objetivo simple: enseñar.

—Tiene voluntad. —Le dijo a uno de sus pupilos, entregándole una espada; era una artesanía fina, fiera, que inspiraba a la acción, lo cual era justo lo que el chico necesitaba, el chico pájaro la tomó, dudando— Tokoyami, no puedes confiar en que tendrás a Dark Shadow en toda situación. Necesitas aprender a defenderte con un arma.

—Eso es un buen consejo, majestad. —Arrulló uno de los caballeros de su corte, Shota ni lo miró, un caballero en ropa de satén en un área de lucha era tan natural como un hombre desnudo en el templo real— Aunque confieso...

Aizawa hizo un breve asentimiento en su dirección, no terminaba de acostumbrarse a que la gente pidiera permiso de respirar en su presencia.

—Que prefiero fiarme del calibre de su poder, con su Kosei el Joven Tokoyami no necesitará nunca utilizar la espada. —Sonrió, halagando a su alumno.

Shota se contuvo de entornar los ojos, eso solo era ignorancia patriótica pura.

—Bueno, cuando vea que uno de mis estudiantes puede lograr en cinco minutos solo con una espada lo que dos de sus mejores hombres haría en un día con toda la fuerza de sus dones, comenzará a cambiar de parecer. —Repuso tranquilamente.

Sus estudiantes comenzaron a murmurar ante la cara ligeramente ofendida del caballero, de alguna forma infantil que no podría serle permitida se sintió feliz de cerrar la boca del adulador.

La Reina EmiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora