Abejas reinas y princesas verdes

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Ser el Rey casi siempre era una bendición, o al menos eso parecía, no siempre lo era, de todas formas, uno no podía ir por ahí quejándose por ser el Rey de una Gran Nación porque acababa pareciendo un imbécil.

Cuando se encontraba en uno de sus malos momentos. Se calmaba enumerando las razones por las que ser el Rey era maravilloso, aunque ahora, parado sin camisa en el gigantesco vestidor estaba solo imaginando que si fuera un hombre normal se le permitiría privacidad.

Un hombre normal o un noble disfrutaría de que su mayordomo o ayudante de cámara lo afeitara con el sonido de los pájaros que se colaban por la ventana de fondo, pero en su caso su madre y uno de los consejeros había invadido su vestidor.

Y ninguno parecía darse por vencido en la ardua tarea de cerrar la boca.

—Todo marcha como debería. —Susurró el joven Lord Tenya, su hermano menor estaba en el escuadrón de la academia militar de Shota.

—Y no es gracias a ella. —Espetó su madre, oh, alguien que la irritaba ¿Una sirvienta o dama de la corte? — Le estaban tomando las medidas para un vestido cuando la dejé. Quería ponerse una monstruosidad de Fukuoka.

Lord Tenya asintió, un gesto diplomático que no podría tomarse como si estaba de acuerdo o en desacuerdo.

—Creo que la ciudad sureña se ha vuelto famosa por ser un centro de moda.

Shota cerró los ojos, era objeto de su curiosidad cuando la gente tendía a hablar con más libertad cuando tenía los ojos cerrados, como si de alguna forma ser vistos por el Rey los inquietara y así no pudiera oírlos.

No era un truco que usara a menudo, no podía usarlo cuando estaba sentado en el trono o recibiendo a otros jefes de Estado por más ridículamente egoístas o prejuiciosos que fueran, pero en momentos como ese; con la cabeza inclinada, una toalla en el cuello, la espuma de afeitar en la mandíbula en espera de que su ayudante de cámara volviera con la navaja valoraba el truco, podía ser revelador, ya que la discusión de su madre y Lord Tenya era sobre su prometida.

Lo cual no sería nada excepcional salvo por el hecho de que Shota solo conocía lo que Bakugo había dicho de ella

—Le cambió el uniforme a su asistente, tiene el mismo color que los estandartes de su reino cuando van a la guerra —Le había dicho Bakugo— Ordenó un montón de flores para su merienda y jugó sola al Ajedrez por una hora.

Como una deschavetada... Había pensado Aizawa.

Y luego, esta mañana estaba dando una lección de teatro a los niños, parecía muy animada al respecto.

A los niños de la corte, cuyos padres creían que no era necesario instruir sus mentes si podían criarlos como caballos de guerra.

Un acto socialmente suicida dijo Bakugo lo cual era. Ella estaba loca, y eso fue interesante.

Un Rey se casaba por su país, no por su corazón o por sus deseos carnales, menos este Rey en particular cuyo único acercamiento femenino había sido un par de incomodos choques de cuerpos en lugares oscuros cuando aún se encontraba entre las filas, no había sido particularmente revelador y recordaba haber dicho "Eh, fue bueno" porque ¿Qué más iba a decir? Pero ahora iba a casarse, y que el reino lo perdone si deseaba saber algo sobre la Princesa Fukukado de Shiketsu, aunque tal vez sería lo mejor no saber mucho de ella dadas las circunstancias.

Ella podría odiarlo por tener que casarse con él, probablemente lo hacía.

Y sin embargo sentía curiosidad.

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