I.- Santa Pod

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Santa Pod, junio de 2013

—Cris, este carro se va a quedar en el primer kilómetro —le dice Michael a mi amigo.

Eri, dile a tu novio que deje de desconcentrarme —me pide mi amiga.

No es mi novio —le grito—. Y Michael —me dirijo al otro chico—, estamos trabajando.

Cristian y yo estábamos revisando el auto antes de que comenzara la carrera. Desde que decidí que por mi salud dejaría de correr un tiempo, obtuve una beca en la Universidad de Cambridge para estudiar mi segundo año de Ingeniería Automotriz. Había iniciado mi tratamiento médico en Inglaterra y no en mi país.

En la universidad conocí a Cristian, quien estudia una carrera parecida, Ingeniería Mecánica. Al igual que yo, él es español, nacido en Madrid. Tiempo después, conocimos a Michael en una fiesta organizada por un conocido de Cris. Michael estudia Economía, es colombiano y también amante de los autos.

Colombiano, será mejor que te calles si no quieres que te rompa la cara —le advierte Jessica, la última persona para completar nuestro cuarteto de amigos. Ella es la única del grupo nacida en el país en el que estábamos estudiando. Jessica estudia Historia y Política.

No hagamos enojar a la futura primera ministra —se burla Michael—. Y tampoco a la hija...

No terminó la frase porque un puñetazo lo hizo callar.

—¿Quieres otro? —le pregunté a Michael, ya impaciente con su actitud—. Porque si es así... —levanto la mano, y él retrocede.

—Ya, tranquila, ya me callo —dice, con los nervios de punta—. Necesito desahogarme.

—Pues anda a otro lado a molestar —le dice Cris, que estaba debajo del carro colocando una pieza.

—Vale, ya estoy tranquilo, estoy tranquilo —empieza a decir varias veces—. Estoy tranquilo.

Colombiano —lo llama Jessica—, cállate.

Ya habíamos solucionado el pequeño problema que teníamos con el coche y solo faltaba esperar la hora de inicio de la carrera

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Ya habíamos solucionado el pequeño problema que teníamos con el coche y solo faltaba esperar la hora de inicio de la carrera. Era una carrera callejera, pero no ilegal; la organizaba un ex piloto que ahora trabaja en la Federación, organizando carreras para caridad. No se necesitaba un equipo grande, por lo que había convencido a mis amigos de participar. Esta sería la tercera carrera en la que competíamos, ya habíamos ganado las anteriores y esperábamos ganar esta también.

No quisiera hacerte enojar para no recibir uno de esos —dijo alguien a nuestras espaldas. Al reconocer la voz, me volteé y vi a uno de mis compañeros de karting.

—¿Teto? —dije, confundida al verlo frente a mí.

—¿No vienes a saludarme? —preguntó, abriendo los brazos para que me acercara a abrazarlo.

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