XV.- Buenos Consejos

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Camino hasta el cuarto de mi hermano para levantarlo, teníamos que estar en la fábrica de Ferrari desde temprano el día de hoy, tuve que venir de Mónaco manejando ya que estaba finalizando un negocios para el taller.

—Arriba Carlos —le lance una de las almohadas que no estaba usando —Vas a llegar tarde y antes tenemos que ir al gimnasio.

Carlos gruñe y se cubre la cabeza con la almohada.

—¡No me hagas levantar, Ericka! —se da la vuelta.

—Venga ya, dormilón. No tienes tiempo para seguir durmiendo —le digo riendo mientras le lanzo el segundo cojín. Carlos finalmente se sienta en la cama y frota sus ojos.

—¿A qué hora llegaste tú?

—Antes de que dieran las campanadas de Cenicienta —respondo mientras me siento en el borde de la cama —Menos mal que mi viaje desde Mónaco fue sin contratiempos —

Carlos bosteza y se estira.

—Vaya, pareces más fresca que una lechuga después de ese viaje. ¿Qué tal estuvo Mónaco, por cierto?

—Nada fuera de lo común —levante mi hombro derecho, aún tenía el cabestrillo en el otro brazo.

—¿Te quedaste en casa de la madre de Charles?

—Como siempre, Pascale tiene las puertas de su casa abiertas para mí —le respondo —Pero ahora, menos rollo y más acción, ¡levántate, que nos espera un día movidito!

Carlos finalmente se pone en pie y me mira con una sonrisa burlona.

—Vale, vale, no hace falta que me hagas el discurso motivador a lo Tony Robbins. Dame unos minutos y estaré listo.

Mientras él se va al baño a arreglarse, aprovecho para mandar un mensaje rápido desde mi móvil. Cuando vuelve, lo encuentro buscando su ropa en el armario.

—Oye, Ericka, ¿qué hora es?

—Las 7 en punto, colega. Y a las 9:30 tenemos que estar en la fábrica. Así que date vidilla, que no quiero que me echen la bronca por tu culpa. —le respondo —Pero antes tengo terapia con Rupert y tú tienes entreno.

Carlos se ajusta la gorra y me guiña un ojo.

—Vale, vale, no me dejas escapatoria. Vayamos al gimnasio a darle caña a esos hierros.—menciona —Después de la reunión te invito a comer.

—Si tú tiras de cartera, no hay problema.

Llegamos a la fábrica y nos dirigimos directamente al gimnasio

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Llegamos a la fábrica y nos dirigimos directamente al gimnasio. Mientras caminábamos, mi hermano comenzó a preguntarme sobre el trato que acabo de cerrar.

—¿Viajaste con Charles? —preguntó al llegar a la puerta.

—No, viajé sola —le respondí—. Charles me prestó el coche y viene en dos días.

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