VIII.- Decisiones

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Marzo de 2023

Han pasado años desde aquel trágico incidente, y ahora me encuentro en un lugar de introspección y reflexión. Mis pensamientos y sentimientos han cambiado a medida que he enfrentado nuevos desafíos y tomado decisiones que han moldeado mi futuro.

Recuerdo que mi vida no está vacía; tengo mucho que hacer, conocer y experimentar. Sin embargo, siento que muchos esperan algo de mí que no puedo o no quiero cumplir, quizás porque no encuentro o no deseo buscar ese algo que se espera de mí.

—Ericka, más te vale que no estés haciendo apaños a mi coche —me llama mi hermano mientras entra al garaje—. Puedes salir.

—Carlos, estoy trabajando —le respondo, empujándome debajo del coche—. No me molestes.

Es raro que esté en casa cuando debería estar en Maranello entrenando.

—Te dije que no le hagas adecuaciones a mi coche.

—Solo estoy revisando que todo esté bien —le aclaro mientras termino de verificar algunas cosas—. La próxima vez no te echaré una mano.

—Bueno, pero vine a ver cómo estabas —me dice, sacándome de debajo del coche—. Se supone que debes estar en reposo, aún estás recuperándote del hospital.

—Estoy aburrida —le digo desganada—. Y ya estoy mejor.

—El cabestrillo dice lo contrario —señala—. Mamá te está buscando, más vale que vayas.

—Primero tengo que guardar las herramientas y luego me voy —le digo, mientras empiezo a meter las herramientas en la caja. Mi hermano me interrumpe y se lleva la caja.

—Vete ya, yo me encargo —me dice, y dejo las herramientas y me dirijo hacia la casa.

En el camino, un pequeño de dos años en su carro eléctrico casi me atropella. Detrás, mi mamá graba, como cuando mi mellizo tenía esa edad.

—Perdona, mami —le digo al niño al frenar—. ¿Estás bien? —pregunto preocupado.

—Sí, pero anda con cuidado —le respondo y me acerco a mi mamá, que aún graba. —Carlos dijo que me llamabas, ¿para qué?

—Tu padre y yo pensamos que deberías visitar a un psicólogo —me dice con voz tranquila—. Sabemos que te ha ido bien antes, así que creemos que sería buena idea tener otra cita, especialmente después de lo reciente.

—No creo necesitar ir al psicólogo —le interrumpo—. Lo único que necesito es contarle a él lo que pasó.

—¿Y cuándo piensas hacerlo?

—Ya llegará el momento —le digo, acercándome a Erick, que juega con su cochecito. —¿Qué le pasa al cacharro?

—Nada —me responde—. Estoy haciendo lo que hace papá Carlos.

—¿Te aseguraste de que el radiador tenga agua? —le pregunto en tono juguetón—. ¿Y que la batería esté bien cargada?

—Sí —responde, cerrando el capó—. ¿Quieres que te lleve?

—No, mejor camino —le digo mientras él sigue jugando con su cochecito alrededor de la casa—. Erick, ten cuidado —le advierto al ver que se cruza un cachorro.

—Sí —grita mientras da una vuelta casi volcando el coche para evitar al perrito. Mi mamá iba a ir tras él por si caía, y yo me quedo observando al pequeño disfrutar de su juguete.

—Cuando se ponga a llorar, yo salgo detrás —le digo a mi mamá para tranquilizarla.

—Habla con Charles lo antes posible —me sugiere mi mamá—. Ya que no quieres ir al psicólogo.

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