XI.- La Verdad

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Lorenzo se levantó, dispuesto a seguir a su hermano, pero lo detuve agarrando su brazo.

—No, déjame ir a mí. Es mi responsabilidad enfrentar esto —dije con determinación, levantándome de la silla para ir tras Charles.

Corrí tras él por el pasillo y lo alcancé justo cuando esperaba el ascensor. Su rostro mostraba una mezcla de dolor, ira y confusión. Me detuve frente a él, jadeando por la carrera, con lágrimas rodando por mis mejillas.

Charles, por favor, déjame explicarte —le supliqué, buscando sus ojos.

Él evitó mirarme, con la mandíbula tensa, luchando por controlar sus emociones.

No sé si puedo escucharte ahora mismo, Ericka —respondió, con voz entrecortada, cargada de dolor.

En ese momento, las puertas del ascensor se abrieron, revelando a Max y Daniel. Verstappen me miró preocupado, mientras Daniel se acercó para abrazarme, suponiendo que Charles ya lo sabía todo.

—¿Ya se enteró? —preguntó Daniel, y yo asentí.

Hasta Daniel lo sabía —dijo Charles, aún más furioso—. Solo falta que Max también lo sepa.

¿Qué sucede? —preguntó Verstappen, confundido.

Nada importante —respondí, intentando mantener la calma.

Con permiso —pidió Charles a Max, quien le cedió el paso. Intenté seguirlo, pero las puertas del ascensor se cerraron antes de que pudiera alcanzarlo.

—¡Mierda! —dije, desesperada, apretando frenéticamente el botón del ascensor.

—Ericka, tranquila —me dijo Daniel, sujetándome por los hombros con cuidado—. Debes calmarte.

—Lo sabe, Daniel. Charles lo sabe, y no lo tomó nada bien —dije, tratando de contener el pánico.

—Era de esperar, y tú lo sabías mejor que nadie —me consoló Daniel.

No entiendo —intervino Verstappen—. ¿Qué está pasando?

Le oculté que estaba embarazada —dije, viendo cómo la sorpresa aparecía en el rostro de Max—. Los perdí, Max, después del accidente.

Lo siento, Ericka —respondió Max, con un tono de vergüenza—. Ahora entiendo cómo se siente Charles.

Lo sé, Max, la culpa fue mía —dije, al borde de perder la compostura.

El ascensor llegó y, para mi sorpresa, Charles seguía adentro.

Entra —me dijo en su idioma natal.

Aunque sorprendida, no dudé en seguir su indicación. Entré en el ascensor, y las puertas se cerraron detrás de nosotros. La tensión era palpable mientras nos mirábamos en silencio. Charles evitaba mi mirada, su expresión era seria, y su voz temblaba al hablar.

No digas nada aún —me advirtió—. No entiendo por qué ocultaste algo tan importante como tu embarazo.

Me acerqué, buscando su mano. Él no se resistió y me permitió sostenerla.

Escucharé lo que tengas que decir. Necesito entender tus motivos y decidir si podemos superar esto juntos.

Agradecí su disposición a escucharme, consciente de que reconstruir la confianza llevaría tiempo. Sabía que el camino sería largo, pero estaba dispuesta a hacer lo necesario para recuperarlo.

 Sabía que el camino sería largo, pero estaba dispuesta a hacer lo necesario para recuperarlo

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