X.- Revelaciones

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—Hola, principito —saludé a Erick, quien aparecía en la pantalla—. ¿Cómo estás?

—Bien —respondió con una sonrisa—. Vamos a los carros —añadió, refiriéndose a su próxima aventura en el karting—. Papá Carlos me va a llevar.

—Entonces, tienes que portarte bien, o no te llevará —le advertí—. ¿Qué hiciste en el Jardín?

—Jugar, pintar —dijo, todavía sonriendo. Luego desapareció un momento para regresar con un dibujo—. Mira.

Levantó una hoja con un dibujo de personas tomadas de la mano frente a una casa, típico de un niño de casi tres años. Mi mamá lo ayudó a mostrarlo bien en la pantalla.

—¿Quiénes son? —le pregunté.

—Chili, mamá Reyes, papá Carlos —dijo señalando a cada uno—, tú y yo.

—¿Y la persona al lado tuyo? —pregunté, notando que había omitido al hombre que sostenía un casco rojo.

—Un casco —me respondió, y aunque sospechaba quién era, no estaba seguro.

—¿Y quién es? —insistí, pero Erick solo se encogió de hombros—. ¿No sabes quién es? —volví a preguntar.

—No sé —repitió encogiéndose de hombros nuevamente.

—Pero si es el príncipe Erick —dijo mi hermano detrás de mí. Erick saltó emocionado al verlo—. ¿Qué tienes en la mano, pequeño monstruo? —le dio un apodo que me hizo golpearlo suavemente.

—Un dibujo —contestó Erick—. Tú, mamá Reyes, papá Carlos, mi mami y yo.

—¿Y el que está a tu lado? —le preguntó igual que yo.

—No sabe —le susurré a mi hermano.

—Tu amigo —respondió Erick a Carlos.

—¿Es Charles, tu futuro papá? —le preguntó mi hermano, y lo golpeé por el comentario. Al notar el casco rojo, se rió—. ¿Y por qué está ahí?

—Porque sí —respondió Erick con sencillez.

—Pero faltan Blanca, Ana, Rodrigo y Guillermo —mencionó Carlos.

—No —lo interrumpió Erick con una expresión seria pero dulce—. Es un dibujo especial.

—Ah, entiendo —respondió Carlos, reconociendo la importancia del dibujo.

—¿Te gustaría colgarlo en la pared de tu habitación? Así siempre lo verás y recordarás a las personas especiales —le sugerí con una sonrisa.

—¡Sí! —respondió emocionado.

—Entonces, después del karting, pueden buscar un lugar especial para colgarlo. ¿Te parece? —propuse.

Erick asintió emocionado y miró a mi papá, quien se había sentado junto a él, con alegría.

—¡Vamos a los carros, papá Carlos! —exclamó, ansioso por su día en el karting.

Conversamos un poco más con mis padres, quienes acababan de almorzar después de recoger a Erick del Jardín. Nos dijeron que viajarían esa noche a Jeddah. Nosotros, junto con el equipo, ya estábamos en Arabia organizando el Gran Premio.

—Se lo diré después de la carrera —dijo, retomando el tema de días atrás—. Si se lo digo ahora, podría desconcentrarse, y nadie quiere eso.

—Solo recuerda que Charles debe saberlo —añadió mi papá.

—Y lo sabrá —aseguró.

¿Qué debo saber? —preguntó Charles, sorprendiéndonos a todos. Detrás de él, su hermano mayor se acercó para saludarnos.

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