CAPÍTULO 8

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ALEC

Son las ocho de la mañana cuando me despierto gracias a la alarma. Apenas he podido dormir. El vaso de café vacío está sobre mi mesita de noche. Me dormí alrededor de las cuatro. Los papeles, cartas y toda la información del caso está desparramada sobre la enorme cama de matrimonio.

Resoplo y me siento en la cama, estirándome y bostezando, cansado y abrumado, pero el enfado y la frustración trepan por mi interior con más fuerza que todo lo anterior.

-Tío, tienes que ver esto -Bret abre la puerta de mi habitación de golpe. Está en calzoncillos, con la cara adormilada y la voz más ronca que de costumbre.

Deja la puerta abierta antes de irse por el pasillo y luego girar hacia la izquierda, bajando las escaleras.


Frunzo el ceño y me levanto de la cama de golpe, cogiendo mi teléfono del trabajo de la mesita de noche y yendo directo hacia abajo. Me paro en seco en mitad del pasillo cuando veo más de cuatro llamadas perdidas y más de una docena de mensajes.

Me espabilo en menos de un segundo y bajo las escaleras corriendo. Entro al comedor y me encuentro con Steven, Damion, Ryan y Bret sentados alrededor de la mesa, recién levantados y de aquí para allá, hablando por teléfono y mirando y tecleando en los ordenadores.

-¿Qué coño ha pasado?

-Después de un mes, Thomas Hunter ha vuelto a matar -declara Ryan.


-Explícate. -Ordeno cuando logro reaccionar. Me apoyo en la mesa donde Damion está tecleando alguna cosa y miro la pantalla.

-Encontraron el cuerpo hace dos horas -explica él, señalando una ubicación en la pantalla-. Un civil lo halló en medio de la carretera que va directo a una calle bastante transitada a esas horas del día por jóvenes que van al instituto, el cual es el mismo que iba Gracie Hunter. No sabemos si los lugares tienen sentido, pero la única información que tenemos por ahora es que el cuerpo está siendo tratado por médicos forenses.

-Preparaos, nos vamos a tomar declaraciones. Tenemos que encontrar a ese capullo cuanto antes -digo, muy serio, con la mandíbula apretada.


***


Cuando llegamos a la policía forense, vamos directos a la habitación donde una mujer nos indica después de enseñar la placa del FBI.


En la entrada de la habitación, vemos a un médico salir. Parece de edad media, con el cabello grisáceo y las facciones serias, casi aburridas.

-Hola, soy agente del FBI, venimos por el cuerpo encontrado en la segunda avenida del vecindario de Law Passage -informo, enseñando mi placa que saco de los bolsillos traseros de mis pantalones del uniforme.

-Oh, sí, adelante -dice él con una sonrisa pequeña, abriendo la puerta y dejándonos pasar a su interior.


La sala es fría, blanca pero oscura, con una camilla, lámparas, varios utensilios para abrir y revisar los cuerpos muertos y algunas estanterías repletas de cosas raras de médicos.

-El señor Bruce Lawrence fue apuñalado siete veces en el pecho, aparte de algunas heridas superficiales en el rostro -explica el médico, señalándonos las partes-. Fue una muerte rápida, no hubo tortura. La víctima murió en menos de dos minutos hace más de doce horas. El cuerpo, por lo que me han dicho, fue encontrado hace dos horas más o menos, así que supongo que el asesino esperó a que la calle dejara de ser tan circulada para dejarlo ahí.


El cuerpo del hombre totalmente pálido con alguna señal morada, tiene rajas por todo el abdomen. Se le ven las entrañas, es como si Thomas Hunter hubiera querido abrirlo en canal.

-Muchas gracias -asiento-. En cuanto tenga la ficha del fallecido lista, pasasela a mis agentes.

-Por supuesto, señor.

Al salir del lugar no puedo evitar tener un escalofrío. Joder, qué sitio más... frío e inquietantemente tranquilo y silencioso.

-Siempre mata igual a sus víctimas -piensa Bret en voz alta-. Una manera sencilla y rápida. No busca el sufrimiento de la víctima, ni siquiera se molesta en tenerlo delante más de dos minutos que es lo que tarda en desangrarse. No los torutra como la mayoría de psicópatas a los que nos enfrentamos en otros cientos de casos. Ese tío solo mata a sangre fría. ¿Por qué?

Nadie le contesta porque nadie tiene una respuesta, así que cogemos la motos y nos vamos a comisaría, donde Ryan y yo entramos a interrogar al hombre que encontró el cuerpo de Bruce Lawrence.

-Buenos días, Henry Marsh, somos Alec Foster y Ryan Darrows, los agentes que le tomarán declaración sobre lo que vio esta mañana.

El testigo, de edad no muy vieja con cabello rubio y ojos oscuros, asiente y carraspea mientras se sienta recto en su silla. Está inquieto; nervioso. Normal.

-¿Podría detallarnos todo lo que ha hecho y visto esta mañana, por favor? -pide educadamente Ryan. Lo dedico una mueca y sé que me ve por el rabillo del ojo.

-Salí de casa sobre las seis menos diez para ir al trabajo, que se encuentra en la ciudad más cercana y como todos los días pasé por esa calle donde tuve que dar un frenazo cuando vi el cuerpo tirado en medio de la carretera. Pensé que lo había atropellado, pero mi coche frenó mucho antes de poder rozarlo.

-¿Vio algo raro, fuera de lo común? ¿Alguien andaba por ahí? ¿Se cruzó a alguien que le llamara la atención o siquiera algún vehículo que destacara por la velocidad o alguna cosa parecida? -acribillo a preguntas.

-No, lo siento mucho. A esas horas esa carretera suele estar vacía y, al ser de un solo carril, solo estaba yo. No había más gente rondando por la calle porque aún era muy temprano y tampoco vi a nadie ni nada inusual. Lamento mucho no servirles de gran ayuda.

-Tranquilo. Gracias por ayudarnos, Henry.

Salimos del cuartel sin nada nuevo. Ese asesino no nos lo pone para nada fácil, pero aún así continúo confiando en mi equipo.

EL ÚLTIMO CASODonde viven las historias. Descúbrelo ahora