CAPÍTULO 3

91 6 2
                                    

GRACIE

Diez minutos después de llamar a mi mejor amiga llorando desesperadamente como una auténtica dramática, picaron a mi puerta. 

Intento quitarme las lágrimas y arreglar mi cara, que tenía una hinchazón en las bolsas de debajo de los ojos y los ojos rojos. Me lavo la cara justo antes de abrir la puerta. 

Jade me abraza nada más me ve, casi asfixiándome. Le devuelvo el abrazo con necesidad.  

—¿A quién tengo que matar? —me pregunta cuando se separa de mí y me sujeta de los brazos, recorriéndome el rostro con la mirada verdosa. Noto que frunce el ceño cuando me ve la ropa que llevo, pero no dice nada. 

Niego con la cabeza y la abrazo de nuevo, sintiendo un nudo en la garganta. 

Apenas me he podido aguantar las ganas de llamarla hasta ahora. He pasado la noche en vela, desde que Alec se fue no me he sentido segura sola. Necesitaba… a alguien a mi lado, a cualquiera, e incluso un desconocido que aparentemente parecía confiable me servía. 

Nunca había tenido tanto pavor como hasta ahora. Había pasado la noche en el comedor de la casa, con todas las luces de casa encendidas, con el teléfono cerca por si tenía que llamar a alguien para pedir auxilio y con la televisión encendida para escuchar música o voces del telediario que me recordaran que estaba a salvo; que estaba en casa. 

Después de unos cuantos abrazos más, me siento en la barra de la cocina mientras Jade se toma la libertad de revolver todos los cajones en busca de comida. 

—Te he estado buscando durante una maldita semana entera. No has estado en casa, ni en el trabajo, ni en la universidad, ni en casa de tu padre… Joder, Gracie, me has dado un susto de muerte. Esta mañana, cuando me has llamado, casi me da un infarto. He estado buscándote como una desesperada por todos lados, incluso fui a la policía a denunciar tú desaparición. Debería ir más tarde a informar sobre esto…

Siento que el corazón comienza a irme a toda velocidad. Histérica, intento calmarme, pero el solo pensar en la policía y en el interrogatorio que me harían después de lo sucedido… 

—¿Has ido a la policía? ¿Qué les vas a decir ahora?

—Pues no sé, probablemente lo que me cuentes ahora mismo —arquea una ceja, como si fuera obvio. 

—¡No! ¡No puedes hacer eso, Jade!

—¿Qué, por qué no? —Jade arruga la cara sin entender absolutamente nada, pero luego se sienta delante de mí en la barra y me agarra la mano—. ¿Qué ha pasado, Gracie? 

Me tomo un momento antes de hablar, suspirando con la voz temblorosa. 

—Salí del trabajo rápido porque mi turno había acabado hacía media hora y ya había anochecido. Iba en busca del coche cuando alguien me agarró por detrás. Intenté zafarme, pero apenas podía moverme. Alguien me puso algo en la cara y me… desmayé, creo. Cuando me desperté no veía nada. Pedí ayuda, inspeccioné la habitación, pero no había nada más que una cama. Cuando la puerta se abrió vi que era una especie de desván. Apareció un hombre y… Él me… Me… 

—Oh, Gracie… 

Cuando logro levantar la mirada y clavarla en la de mi amiga, veo como sus ojos verdes están cristalizados, mientras me mira con empatía. Niega con la cabeza y da la vuelta a la barra para llegar hasta mí y abrazarme con fuerza. 

—Te prometo que vas a estar bien. No te va a volver a pasar, ¿vale? Confía en mí, esos tíos se pudrirán en la cárcel… Te lo prometo —suelto un sollozo en el que Jade me abraza con más fuerza—. Todo ha pasado. Vas a estar bien. 

EL ÚLTIMO CASODonde viven las historias. Descúbrelo ahora