It's Perfect, Honey.

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En mi vida he pensado erradamente varias cosas y aunque siempre me aterraba equivocarme y traté con todo lo qué solía ser, de no hacerlo; desde hace varios meses, me he dado cuenta de qué no es tan malo equivocarse, después de todo.

Primero, me equivoqué al pensar qué era demasiado tarde para dejar la vida de granja qué había mantenido por más de treinta años, y qué era el negocio de la familia Danvers por más de cinco generaciones antes de mí y qué nos hacía merecedores de una fortuna bastante considerable; prácticamente perdiendo la relación con mi padre por dejarlo sólo para dirigir el negocio, siendo yo su única hija; para empezar desde cero y sin un sólo céntimo propio en mis bolsillos en NASCAR, la pasión qué estuvo por tantos años oculta en lo más profundo de mi corazón, cómo lo eran las carreras de autos y qué creía absolutamente imposible para la granjera qué solía ser.

Pero eso para mí completa satisfacción, resultó increíblemente bien después de un gran esfuerzo y total dedicación de mí parte; sí es qué ganar la mayoría de los circuitos dispuestos en el año a lo largo de las distintas ciudades, compitiendo con vigor y agilidad hasta hacerme vencedora de la NASCAR CUP SERIES, en mi primer año cómo corredora profesional y todos los premios bajo mi nombre qué le siguieron a ese; más el enorme patrocinio y dinero qué recibí por mi gran agilidad en la pista de carrera, dan siquiera una muestra de lo malditamente buena qué soy en la mundialmente famosa NASCAR.

Después, me equivoqué al pensar qué acostándome con cualquier mujer qué se cruzaba en mi camino queriendo algo de mi fama, era bueno para mí; porque después de todo el placer qué conseguía en ellas y de sus espectaculares cuerpos retorciéndose de gozo debajo de mí cuerpo por mis certeras caricias; de nada sirvieron a mí vida, más qué cómo ruido de fondo para la gloria qué alcanzaba a grandes pasos en NASCAR; perdiendo lentamente en el camino, a la verdadera Kara Danvers, la mujer criada para la vida tranquila y apacible del campo, siendo una mujer llena de profundo respeto y agradecimiento por todo lo qué tenía a base de sudor y esfuerzo, y tan rebosante de humildad hacia todos a su alrededor; y no la tonta corredora, tan llena de sí misma, con un ego elevadísimo por sus increíbles triunfos compitiendo en un deporte en el qué las mujeres no éramos muy comunes; qué hasta hace poco tiempo admito qué fui.

Luego, un bendito día en mis treinta y ocho años de edad, cuándo ganaba por segundo año consecutivo el primer lugar en el circuito de Sonoma Raceway; se cruzó en mi camino una hermosa, sensual, poderosa y muy malcriada y caprichosa heredera, mundialmente conocida por su inteligencia, sus muchos excesos, su gran amor por las mujeres hermosas, poseedora de una fama intachable de apasionada amante, qué no dudé en creer ni un sólo instante, por la forma en la qué su cuerpo parecía la perfección hecha realidad. Pero puedo recordar claramente qué así cómo llegó ese pensamiento a mí, también pensé de inmediato en qué ella era nada más y nada menos qué la única hija de Lionel Luthor, mi más importante patrocinador en toda mi historia compitiendo en NASCAR; la mismísima Lena Luthor, y enseguida supe qué ella estaba más qué fuera de mi liga; sí es qué la gran diferencia de edad entre nosotras, no suponía un enorme problema para mí, porque sí lo era y mucho, junto a la pesada molestia qué sentía en mi mente por la mala concepción qué había formado de Lena por todo lo qué se decía sobre la billonaria heredera.

Así qué por supuesto, no tardé en suponer qué siendo yo una mujer qué no me dejaba deslumbrar por el dinero y por todo el poder de los Luthor; le debí parecer a Lena, una mujer totalmente distinta a todas las qué la rodeaban diariamente en su vida de lujos y descontrol, qué sabía muy bien qué mantenía a pesar de su corta edad.

Pero con pesar tengo qué admitir qué en ese momento, creí tan errada y tontamente qué Len era alguien malo para mí y qué debía olvidarme completamente de su existencia y del claro interés qué dejó ver por mí en ese primer y fugaz encuentro qué tuvimos; queriendo mantener mi vida tal y cómo estaba, enfocada mucho más en mi prometedora carrera cómo corredora, qué se iría a la mismísima mierda y acabaría en la nada, sí su poderoso padre llegara a sospechar del enorme lío qué su hija causó entre mis piernas con tan sólo una profunda mirada de sus penetrantes e increíbles ojos verdes sobre mí.

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