Epílogo.

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La brisa fresca, tan extremadamente fría al norte de Antrim en la natal Irlanda de mi mujer, nos acompaña en la despedida de Lori.

Los rizos negros de nuestra pequeña, se ondean graciosamente con el viento, haciéndola sonreír ampliamente, mostrándome sus dientes desdentados a la distancia mientras me mira con esos brillantes ojos azules qué sorprendentemente heredó de mí, aún cuándo es una mini Lena en todo lo demás; lo qué amo con locura, así cómo amo a mis dos mujeres.

Mi corazón se hincha de felicidad correspondiendo cada onza de la alegría de Lori por estar aquí, justo dónde su madre también estuvo a su edad y cómo cada Luthor ha estado aquí, cómo es tradición en su familia.

La mirada penetrante de mi esposa, llama de inmediato mi atención, y la observo caminar con gracia dejando atrás en interior del internado dónde ultiman detalles con el director del internado dónde permanecerá desde ese día nuestra pequeña, permaneciendo siempre con su mirada esmeralda completamente atenta a las conversación sin palabras qué mantengo con Lori, mientras se acerca silenciosamente a nuestra hija.

La pequeña se salta graciosamente asustada por la presencia de Lena, antes de agarrar rápidamente la mano delicada qué mi esposa le ofrece, tal y cómo les gusta estar después de una breve lejanía.

Mi boca se abre ligeramente contemplando lo hermosa qué luce mi mujer, con ese largo abrigo cubriendo todo su cuerpo, sus labios rojos qué tanto amo besar subiendo ligeramente divertidos por mi reacción ante ella y esa mirada felina, qué me hace querer cometer cualquier cantidad de locuras, mientras sus largos cabellos definen gloriosamente su rostro.

Mi corazón martillea con fuerza en mi pecho, con la emoción que me causa qué esa hermosa mujer a unos cuántos pasos de mi, es mi esposa, la mujer con la qué comparto mi vida entera y la madre de nuestra bebé.

Lena, está en sus gloriosos treinta y dos años ahora, por más qué me cueste creerlo y aunque adoraba su juvenil actitud, juro qué nunca se ha visto mejor ante mis ojos qué ahora; porque los años han sido tan buenos con ella, y su extremadamente belleza, más acentuada qué cualquiera en cada uno de sus rasgos, y ni siquiera voy a mencionar lo aún más esbelto qué se volvió su cuerpo luego de tener a Lori, porque corro el riesgo de correrme aquí mismo, lo qué sería terrible para mi dignidad aún tan intacta a pesar de mis cincuenta y un años, delante de mi sensual y amada esposa, de nuestra inocente y hermosa hija de tiernos diez años y con el The Grath Boarding School de fondo, el internado dónde Lori aprenderá lo qué es ser una Luthor Danvers y cómo debe mantener nuestro enorme legado y ampliarlo mucho más, sí utilizo expresamente las palabras de mi brillante mujer.

Lena, guiña un ojo para mí cómo sí adivinara los pensamientos de mi mente, haciéndome retorcer de la dicha en mi lugar, porque aún a pesar de todos los años que llevamos juntas, caigo totalmente rendida a sus pies ante cualquier acto de su parte y a Lena le fascina.

Confieso qué al principio no quería ni siquiera pensar en la posibilidad apartarme de mi pequeña bebé, pero también me ilusionaba la idea de qué Lori tuviera la misma experiencia qué tuvo Lena aquí, cómo toda una Luthor; haciéndole honor a la inteligencia y el éxito qué fluye en la sangre Luthor qué corre en sus venas junto con la mía.

Aún parece un sueño qué lo hayamos conseguido, con toda la reticencia qué tenía al principio de dejarme llevar por el deseo con una heredera tan joven y caprichosa cómo lo es mi mujer; pero debí saber qué nada era imposible para Lena, absolutamente nada y aunque debió quedarme claro desde el momento en qué todos sus intereses y deseos confluyeron únicamente en mí hace ya tantos años, nuestra vida juntas sigue pareciendo increíble cada día qué sigo despertando a su lado antes de reunirnos con nuestra pequeña y traviesa niña.

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