3| el hombre del bosque

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Los hombres estaban a cierta distancia cuando Caroline los vio

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Los hombres estaban a cierta distancia cuando Caroline los vio. Eran dos o tres, vestidos con falda escocesa, y corrían como diablos a través del pequeño claro. Se oía un golpeteo lejano que, algo aturdida aún, identificó como disparos.

Estaba bastante segura de que estaba sufriendo alucinaciones cuando al sonido de los disparos siguió la aparición de cinco o seis hombres con casacas rojas, pantalones hasta la rodilla y empuñando mosquetones. Parpadeó y clavó la mirada en ellos.

Puso la mano delante de sus ojos y elevó dos dedos. Necesitaba estar segura.

Vio dos dedos: todo iba bien. No tenía visión borrosa.

Olfateó el aire con cuidado. El fuerte aroma de los árboles en primavera y un suave perfume de tréboles que provenía de una mata a sus pies. No sufría de pérdida de olfato.

Tocó su cabeza. No había dolor. Por lo tanto, podía descartar las contusiones. El
pulso era algo rápido pero estable.

El griterío a lo lejos cambió abruptamente. Se oyó un estruendo de cascos y varios caballos aparecieron delante de la castaña. Los jinetes vestían falda escocesa y vociferaban en gaélico. Se hizo a un lado con una agilidad que pareció probar que no tenía daño físico
alguno, a pesar de su estado mental.
Entonces, cuando uno de los hombres con casaca roja, derribado por uno de los
escoceses montados, se levantó y sacudió el puño en dirección a los caballos con gesto teatral, comprendió la situación.

Por supuesto, ¿cómo no se había dado cuenta antes?

¡Una película!

Que idiota. Pensó la castaña. Por supuesto que se trata de una maldita película, soy una bruta.

Meneó la cabeza ante su propia lentitud y quiso golpear su frente con su mano.

Estaban filmando una película de época; eso era todo. Seguramente se
trataba de una de esas historias de príncipes y doncellas que solía gustarle leer.

Bueno, más allá del mérito artístico, los técnicos de la filmación no le darían las gracias por introducir una nota de falsedad histórica en la escena. Volvió al bosque con la intención de rodear el claro y salir al camino donde había dejado el coche que la señora Baird le había prestado.

La marcha le resultó más difícil de lo que había pensado. El bosque era muy joven y los numerosos arbustos se le enganchaban a la ropa. Tuvo que avanzar con cuidado a través de los delgados
árboles y desenredar la falda de las ramas quebradizas.

Todo pasó lo suficientemente rápido para dejarla aturdida y pasmada. Estaba parado entre los troncos, tan quieto que podía confundirse con uno de ellos. No lo vio hasta que una mano se extendió y le cogió el brazo.

La otra mano tapó su boca mientras la arrastraba hasta los robles. Presa del pánico, sacudió los brazos y las piernas en busca de la libertad. El captor, quienquiera que fuera, no parecía mucho más alto que ella, pero era fuerte sin duda. Percibió el olor leve de esencia floral, como agua de lavanda, y un aroma más picante, mezclados con el olor fuerte del sudor masculino.

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