entre escoceses

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El dolor en su cabeza fue el causante de su despertar

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El dolor en su cabeza fue el causante de su despertar. Sus ojos se abrieron lentamente tratando de acostumbrarse a la oscuridad. Intentó llevar una de sus manos a sus ojos, pero pronto descubrió que estaba atada. El miedo consumió su cuerpo e intentó lanzarse del caballo en el cual estaba, pero su captor, detrás suyo, dijo algo que no entendió y la sometió como si nada.

Maldito bastardo. Pensó Caroline, apretando la mandíbula.

Durante el tiempo que estuvieron cabalgando, Caroline no intentó volver a escapar, pues no quería otro golpe más. Además necesitaba estar despierta para poder entender qué carajos estaba sucediendo, aunque muy en el fondo lo intuía. No tan lejos de donde ellos se encontraban, había una cabaña de piedra que apareció de pronto en la bruma del rocío nocturno. Los postigos estaban cerrados y no se veía sino un hilo de luz. Debido a su inconsciencia, Caroline no podía calcular la distancia entre aquel lugar y la colina de Craigh na Dun o el pueblo de Inverness.

La soga en sus muñecas comenzaba a molestarle y a irritarle la piel. Trató de concentrarse en sí misma. No presentaba síntomas de contusión ni malestar alguno por el golpe, excepto un pequeño dolor en la nuca y un insignificante dolor de cabeza.

Su captor, un hombre de pocas palabras ha de decir, respondió todas sus preguntas, exigencias y comentarios ácidos con el sonido escocés que puede definirse fonéticamente como "Mmmmm". Si la castaña hubiera tenido alguna duda sobre su nacionalidad, ese único sonido le hubiera bastado para identificarlo.

Sus ojos se estaban adaptando a la oscuridad mientras el caballo trastabillaba con las piedras y tojos del bosque. Cuando bajaron del caballo, el escocés tiró de las cuerdas y la adentro a la cabaña. Observó con ojos meticulosos que la estancia estaba iluminada sólo por una lumbre, varios candelabros y una lámpara de aceite de aspecto antiguo y peligroso.

—¿Qué traes ahí, Murtagh?

Un hombre con cara de comadreja le cogió el brazo y la obligó a acercarse, parpadeante, al fuego.

—Una mujer inglesa, Dougal, por cómo habla.

Había varios hombres en la habitación y todos la miraban, algunos con curiosidad, otros con inconfundible lujuria. La blusa que llevaba puesta se había rajado en varias partes durante los sucesos de la tarde y enseguida evaluó los daños, bajó la vista y vislumbro la curva de un seno a través de un corte. Cien por ciento segura de que esos hombres también veían lo que ella estaba mirando. Pero si hacia un esfuerzo por unir las partes rotas solo atraería una mayor atención, por lo que decidió elegir un rostro al azar para clavar su mirada; una descarada, en un intento de distraer al hombre o a sí misma.

—Inglesa o no, es bonita —respondió otro hombre, un tipo gordo y grasiento sentado junto al fuego. Tenía un trozo de pan en la mano y no se molestó en dejarlo antes de levantarse y caminar hacia ella.

Limerence // Outlander Donde viven las historias. Descúbrelo ahora