Era momento de agradecer que el plan de las nueve citas de Katherine fuese desechado antes de que yo perdiera la cordura.
Podía comprender que tardara el tema del sexo, pero no hubiese tolerado otro mes sin besarla. Lo sabía ahora que lo hacíamos a diario y veía atrás sin poder creer que viví tantos días sin hacerlo.
Alguien debía darme un reconocimiento, preferiblemente en forma de cupones de supermercado.
—Esto es lo más cercano que te he visto de proponer matrimonio—dijo Joe luego de ver el casco rosado que planeaba comprarle a Katherine.
—Lo mismo digo, amigo—apunté la caja de tampones en su mano y me burlé—. Esto es lo más cercano que estaré de ver dinosaurios caminando en la tierra.
En el momento en que lo dije, un tipo se acercó a nosotros con una increíble mirada de confusión y pánico en su rostro.
—¿Puedes ayudarme? —le preguntó a Joe, su tono de angustia no tenía precio—. No tengo idea de cómo medir el flujo de mi novia y no quiero llamarla porque me gritará, así que ¿flujo abundante o bajo?
Abrí mi boca para burlarme con esmero del pobre sujeto, pero Joe se me adelantó y apuntó uno de los paquetes en el mostrador.
—Flujo medio, si tienes dudas, y....—tomó una caja de las que él llevaba y se la entregó—. Esta marca es la buena. La que llevas causa irritación a la mayoría de las vaginas alrededor del mundo, en especial con estas temperaturas altas.
El sujeto la recibió y podría jurar que sus ojos se iluminaron como dos luceros.
—Gracias, amigo.
Se estrecharon la mano y por unos segundos creí que se iban a abrazar y jurar amor eterno, pero ese apretón cargado de testosterona de chicos que le compran tampones a sus novias fue todo.
El sujeto se fue tan rápido como llegó y con Joe compartimos una mirada compasiva.
—No puedo creer que sepas más de tampones que yo—finalmente sostuve los míos y los lancé al carrito—. ¿En qué momento te volviste tan estúpido?
— ¿Estúpido? ¿Por comprarle tampones a mi novia?
—No es por eso—le desvié la mirada sólo por miedo a meter la pata dos metros más abajo—. Tú y ella llevan mucho tiempo juntos.
—Sí, eso pasa cuando encuentras a alguien y te enamoras: le compras tampones o cascos de su color favorito.
Sus burlas se sentían como ecos lejanos en mi cabeza mientras Katherine recibía el casco y batallaba con las correas para probárselo. Una vez que lo descifró, me sonrió tan tierna como podía ser, ganándose mis sonrisas con más facilidad que nadie sobre la faz de la tierra.
—Creo que lo lucirías mejor lejos de Chicago—mencioné—. ¿Qué te parece Indiana antes de que tus clases inicien?
—Me encantaría—me abrazó y besó mi mejilla, sin quitar sus labios, agregó: —Es muy tierno que hagas regalos en vísperas de tu cumpleaños.
—No me recuerdes que me haré más vieja.
—¡En seis días! —exclamó, más emocionada que yo.
La víspera de mi cumpleaños y acercarnos a tres meses de estar saliendo me hizo caer en una especie de ultimátum autoimpuesto: me decidí a contarle sobre Cody.
No le mencioné el plan a nadie porque sabía cuán serio sonaba. Durante sus ocho años de vida, Allison y yo mantuvimos un estricto cuidado en cada persona que entraba en su vida.
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Caminos Cruzados (D&K1)
RomanceKatherine acaba de cumplir veinte y está decidida a empezar a vivir de verdad. Para eso, debe dar un paso fuera del armario. Literal y metafóricamente hablando. ¿La mejor forma de hacerlo? Fácil: contárselo a Theresa, su mejor amiga. Por otra parte...