Deseé viajar en el tiempo cuando Deborah reconoció la llave y me miró a los ojos, ya sin intentos de ocultarse.
Los suyos brillaban en lágrimas que jamás caían. Sus cejas se curvaron tanto que cambiaron toda su expresión. Ya no podía identificarla, sólo sabía que estaba en algún lugar entre aliviada, sorprendida y furiosa.
Quise disculparme antes de que la arrebatara de mi mano y se pusiera de pie bruscamente.
—Fuera de aquí—susurró rápido, sin dejar de caminar en los pequeños círculos que le permitía su baño—. Fuera...
—Deborah, lo siento—con cuidado, me puse de pie e intenté tocarla, pero me rechazó—. Yo no sabía...
—¡Que salgas, Katherine!
Ante su grito retrocedí rápido hasta el pasillo y ella se encerró en el interior. Yo me quedé al otro lado de la puerta, con mi mano sobre mi pecho y conteniendo el llanto.
Desde mi lugar no escuchaba nada de su parte, ningún sollozo ni demostración de enojo. Era un silencio doloroso, mucho peor que el ruido blanco. No ayudaba tener el recuerdo de lo perdida que parecía segundos antes de identificar la llave.
Nunca vi a nadie tener tanto afecto por un objeto y lo que significaba. Y, en ese punto de nuestra relación, me di cuenta de que no la conocía para nada si no podía adivinar qué protegía esa llave.
Podría tener que ver con su familia, su madre en especial. De ser así, me sorprendería porque Deborah no demostraba ningún duelo diario por su madre, ni siquiera cuando me contó el significado del tatuaje en su honor.
Parecía tan desprendida de sus propias emociones que verla demostrar todo lo contrario me aturdió. Por más que busqué las palabras para enmendar el daño, no tenía ninguna cuando salió de su encierro con dirección a su habitación.
La seguí a paso lento, aún perdida en la búsqueda de palabras que no me dejarían como lo que era: una gran tonta.
—Lo siento—dijo ella, sin verme a los ojos—. No debí gritarte así. Lo siento mucho.
—No, está bien. Yo...entiendo—intenté acercarme y tocarla, pero volvió a evitarme—. Deborah, en serio lo siento. No sabía que era importante y...
—¿Cómo la encontraste? —preguntó enfocada en el suelo, sólo moviendo su lengua por el interior de su mejilla y enterrando sus dedos en sus caderas—. ¿Fue algo casual o tú...buscaste?
Finalmente, me miró a los ojos y sólo supe negar, apenada hasta la médula.
—Maldita sea, Katherine—me dio la espalda y caminó a su ventanal—. Si quieres saber algo debes preguntar...
—Te he preguntado qué pasa entre Allison y tú...
—¡Esto no tiene nada que ver con Allison! —me mostró la llave y negó con la cabeza. La decepción en su rostro fue muy dolorosa—. No necesitas saber nada más de mí.
—No sé casi nada de ti, Deborah. Eres un misterio...
—¡No lo soy! —gritó—. ¿Quieres saber qué descubriste? Bien.
Abrió su armario y fue directo al organizador de zapatos. Atrás de un par de zapatillas, sacó una pequeña caja de madera con diseños de flores pintadas a mano. Sin cuidado, la lanzó sobre la cama y metió la llave en la cerradura.
Una vez abierto, volteó todas las fotografías, papeles y figuras que apenas alcancé a divisar. Al volver a mirarme, apuntó la pequeña montaña de recuerdos que ocultaba, todo eso que temió tanto perder.
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Caminos Cruzados (D&K1)
RomanceKatherine acaba de cumplir veinte y está decidida a empezar a vivir de verdad. Para eso, debe dar un paso fuera del armario. Literal y metafóricamente hablando. ¿La mejor forma de hacerlo? Fácil: contárselo a Theresa, su mejor amiga. Por otra parte...