—Vaya mierda de casa que te has buscado.
—¡Jeongguk! —exclamó Jimin con tono de advertencia mientras entraban por la puerta del nuevo piso donde Taehyung se iba a instalar. Utilizaba su verdadero nombre cuando se enfadaba con él o cuando quería picarlo.
Era viernes por la tarde. Había pasado exactamente una semana, y faltaban dos para que "el niño", como a Jimin le gustaba llamar a Taehyung, cumpliera los dieciocho años y saliera escopeteado de su casa sin siquiera mirar atrás. «¿Y quién no lo haría?». Hasta la mayoría de edad no podría firmar el contrato de alquiler del piso, pero el propietario era un tío bastante joven y agradable que estaba dejando a Taehyung traer sus pertenencias poco a poco hasta que terminara por instalarse.
—¿Qué? —preguntó Jungkook con asombro teatrero—. Menos mal que el chaval es un renacuajo que si no, no sé cómo cabría en esta casita de muñecas. ¿Tienes que entrar de lado en el cuarto de baño, "sarasita"? —Rió, mientras dejaba una caja de cartón en el suelo donde podía leerse: LIBROS XXX —. ¿Y esto que son? ¿Guarradas?
Jimin rodó los ojos y suspiró exasperado, apartando la mano con la que Jungkook intentaba abrir la caja.
—Cabroncete, hemos venido a ayudar, no a que al niño le dé una lipotimia por hurgar en sus cosas —dijo Jimin advirtiéndolo, pero sin poder apartar esa risa tonta que lo había acompañado durante toda la semana.
Tras aquella sorprendente confesión del jueves pasado (que Jimin aún rememoraba en su cabeza todas las noches, haciendo que su cuerpo se estremeciera de placer, y que le había ayudado como estímulo para alguna que otra paja), las cosas tampoco habían cambiado tanto.
El viernes, Jimin no sintió miradas acusadoras o cuchicheos a sus espaldas. Pensaba que, como buen cotilleo, aquella frase –que tanto sorprendió al tal Kihyun y a él mismo–, se divulgaría a diestro y siniestro por todo el instituto. Pero estaba claro que se estaría hablando de Jungkook, y por mucho que ahora le gustase comer pollas –«¡Y qué bien que la chupaba, joder!»–, seguía siendo una amenaza andante.
Jimin estaba bastante seguro que, al igual que él, Jungkook no iba a dejar que nadie se pasara de listo soltando algún comentario ofensivo. ¡Oh, sí! Probablemente la gente estaría hablando a sus espaldas. Al fin y al cabo, no sólo Kihyun estaba allí cuando a su machote le dio por hacer gala de su nuevo amante cogiéndolo de la mano delante de todos. Pero nadie se atrevería a enfrentarse a él, ya que sabían muy bien qué les esperaría como respuesta.
El fin de semana no pudieron estar juntos porque sus padres lo obligaron –a pesar de las pataletas en plan niño chico de Jimin— a ir a casa de sus primos que estaba fuera de la ciudad. Pero el maravilloso mundo de la tecnología estaba para eso, para aprovecharlo, cosa que ambos no dudaron en hacer.
—Hola machote —dijo Jimin, observando los azules ojos mirándolo desde la pantalla de su ordenador. Jungkook sólo sonrió pícaramente y Jimin pudo ver cómo cruzaba los brazos sobre la mesa y apoyaba el mentón sobre ellos—. ¿Qué estás haciendo? —preguntó sonriendo tontamente. «¡Dios! Tengo que dejar de hacerlo». Su mandíbula empezaba a doler de tanta sonrisa estúpida.
—Mirándote —contestó Jungkook mordiéndose los labios sensualmente.
Jimin sonrió. Acabaría pareciéndose al Joker si seguía estirando su boca de esa manera. —¿Qué has hecho hoy?
Jungkook acercó su cara a la cámara del ordenador, haciendo que Jimin pudiera ver sólo sus carnosos labios en toda la pantalla, y muy eróticamente dijo: —Masturbarme pensando en los sonidos que haces cuando te follo.
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Clase a clase ; jikookmin
FanficJimin, fornido, moreno y de diecinueve años, es expulsado de su instituto por pelear con todo aquel que lo insulta por ser gay. Al entrar en un nuevo centro, donde se reúne lo peor de la ciudad, lo que menos imagina es que un arrogante, engreído e i...