Capítulo VIII: Temari. Matsuri.

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Capítulo VIII:

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MUJERCITAS

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Recuerdos. Muchos recuerdos para no olvidarlo.

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Temari.

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―Lo extraño―

―¡Llámalo!―

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Para ti que todo te hace acordar a él.

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Esa mañana cuando desperté, noté por primera vez en muchos meses que me sentía sola. Completamente sola.

La noche anterior había salido con Hidan. Yo realmente no tenía muchas ganas pero Sakura e Ino prácticamente me obligaron a ir. Había pasado por mi a las nueve en punto en un hermoso coche color rojo y me había llevado a cenar a un lugar hermoso.

―Que linda estás― Susurro abriéndome la puerta del coche.

Yo sonreí embobada de lo caballero que era subiendo de copiloto. A los veinte minutos llegamos a un elegante lugar, obviamente me abrió la puerta al bajar. Me comento que se había recibido hacía poco de contador y estaba iniciando un estudio contable con unos amigos.

Por dios, este hombre era perfecto.

―Hidan― Lo llame, el murmuro un leve aja aún besando mi cuello.

Hacía más de quince minutos que me había traído a la fraternidad y hacía más de quince minutos que no me podía bajar del coche.

―¿Podemos ir a otro lado?― Susurre y sentí mis mejillas arder.

―Podemos ir a mi departamento―

Yo asentí con una sonrisa y él acelero encaminándonos a su casa. Su departamento era hermoso, estaba ubicado en el centro de la ciudad, en el piso diez. La vista era bellísima. Abrió una botella de vino, sirvió dos copas y me alcanzo una al balcón, yo seguía embobada viendo la vista.

―Tienes un departamento muy hermoso― Susurre.

―Tu eres hermosa―

Y me beso y yo decidí por fin avanzar y dejar ir a Shikamaru.

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Me levanté de mala gana tirando las mantas al suelo y el frío recorrió mi cuerpo en cuanto mis pies desnudos tocaron el frío suelo de madera. Hidan me había traído hacia una hora y no había podido pegar un ojo, más porque cuando baje del coche Shikamaru nos vio, llevaba  ropa deportiva asique supuse que estaría entrenado. Se detuvo unos segundos al verme y luego dio vuelta el rostro y siguió corriendo ignorándome por completo.

―Temari― Escuché la somnolienta voz de mi compañera de dormitorio envuelta entre sus cobijas en la cama de enfrente.

Sonreí con los ojos aún medios cerrados y me levanté de prisa de la cama antes de que me volviera a tumbar en ella.

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