Personajes utilizados en esta historia no me pertenecen, los créditos son para sus respectivos creadores.
El cielo púrpura del inframundo se hubo tornado gris, las nubes oscuras dejaron cernir una espesa lluvia, que avivaba la amarga tristeza que aún perdura en cada corazón que se lamenta. Ahí estaba ella, una dama solitaria que observaba un monumento inerte y Gris.
Aquel era un día frío, oscuro y amargo, como las memorias que reaparecen en cada habitante de esas tierras. Ella no era la excepción, ya sean días o siglos, mantiene presente esa pérdida que no se borra.
Zeoticus Gremory es el nombre que se graba sobre una placa dorada, y así mismo, cientos y cientos de monumentos se esparcen en el verde y solitario cementerio que es visitado por los allegados que aún les recuerdan con respeto, pero las penas no solo se rememoran en esta época, incontables son las veces que el corazón de esa mujer se hunde en una silenciosa tristeza.
La melancolía se notaba en sus ojos amatistas que en su recorrido se vieron indispuestos a ver al frente, tal vez porque a través de ellos se muestra esa felicidad lejana que ya no puede volver a vivir, ese sentimiento que solo su ya fallecido compañero de vida pudo provocar.
Recorría los territorios de su familia sin rumbo fijo, atravesando los jardines y extensos patios, lamentando la crueldad de su destino, imaginándose una vida distinta, recordando la dicha de ver esa sonrisa que aquel hombre guardaba para ella, pero bien sabía que, no importa cuanto se esmere por buscar refugio en esas memorias, al final, la realidad siempre termina golpeándola, incompasiva y dolora. Sin embargo, ignoraba que el destino es impredecible, y cuánto ya hubiese vivido no era relevante, su historia aún no estaba preparada para concluir.
Los recuerdos de ese día no terminan allí, y los sucesos son tan claros que aún en sus memorias perduran las fastidiosas risas que en ese entonces capturaron su atención, fue cuando sus pensamientos negativos y melancólicos desaparecieron al fijarse en ese pequeño grupo de niños, jóvenes que sin aparente razón se burlaban, pateando el suelo y riendo con malvada satisfacción.
—¿Qué sucede aquí?—acercándose preguntó sin entender el extraño evento que se desataba frente a sus ojos, supo que algo no andaba bien cuando la mirada de los jóvenes solo expresó sorpresa y miedo al notar su presencia.
—¡Es lady Gremory! ¡Corran! —chillaron y aún entre burlas y risas huyeron desapareciendo en sellos mágicos que se desvanecieron tan pronto fueron atravesados. No terminaba de entender muy bien la situación, pero la curiosidad pasó a convertirse en preocupación cuando notó una figura distinguible en medio del polvo. Era una persona que débilmente se movía, estropeada por los incompasivos golpes de aquellos infantes, atormentado por la lluvia helada que le golpeaba incesante.
—¡¿Te encuentras bien?!
Inmediatamente se acercó con cuidado y preocupación, pero silencio fue la única respuesta que recibió de ese joven que no se atrevió a verla.
Su erizado y oscuro cabello fue lo primero en llamar su atención, vestía una camisa holgada azul de mangas cortas y pantalones naranja, su tez blanca se ocultaba bajo una pequeña y delgada capa de suciedad y sobre todo, una prenda cubría completamente sus ojos. La primera impresión que ella tuvo fue la misma de haberse encontrado con una persona invidente, de ahí que fuese objeto de burlas.
Intentó ayudarle a ponerse en pie, pero él se negó. Rechazó todo contacto y se enderezó por su cuenta con ayuda de un bastón, y luego se limitó a recoger las cosas que los niños tiraron, entre ellos varios objetos derramados del interior de un canasto.