Capítulo Quinto
Diego
Abro los ojos y me llevo las manos a la cabeza. Me duele el no sentir la presencia de Christina a mi lado. Pensando que quizá se había ido de la tienda, me levanté rápidamente, pero tan solo la tenía a menos de dos metros. Me reí de la estupidez. Notaba que la sangre de Chris me llamaba, lenta y seductoramente, parecía que no podía resistirme, mis piernas se movían solas hasta que llegaron a la cama e, irremediablemente, le toqué el largo cabello esparcido por la almohada. Ésta se despertó ante mi contacto y abrió mucho los ojos. Lo primero que pensó fue en que no llevaba camisa, después pensó en que estaba muy guapo, luego me miró el paquete y…
–¡Oye chiquilla! ¿Es que no me puedes ver como algo que no sea un trozo de carne? – tenía la intención de sonar enfadado, pero solo me salía una voz ronca. La verdad era que hacía mucho que no estaba con una mujer, por lo menos tres meses. Pero eso no era una excusa. ¡Tan solo tenía dieciséis años!
–Si, pero aparento más. –susurró entre las sábanas. Se había escondido para que no pudiera ver su sonrojo, seguro. Todavía era de noche, pero la luna iluminaba la estancia agradablemente.
–Ya, claro… Oye… –carraspeé un poco para sacarme la voz ronca. –… ¿por qué siento que no estás a mi lado cuando solo estamos a dos metros de distancia? –ésta se destapó y me miró con alegría, que enseguida disimuló.
–Porque la sangre que hay en tu cuerpo llama al mío. Es algo extraño. –cuando la volví a mirar tenía ojeras en los ojos.
–Ya veo… si no me quedo a tu lado mi cabeza no va a dejarme en paz, ¿no? –Chris asintió y pensó que lo mejor sería dormir juntos –. Gracias y no te preocupes, no voy a hacerte nada...
“Ya, pero quieres.” –pensó inmediatamente. Se llevó las manos a la cabeza. “Lo siento, no quería pensar eso, sino que…” –se recostó de medio lado dejándome ver su bonita espalda que solo iba cubierta por una fina tela blanca. Era muy tentador dejarse llevar, pero solo era una niña, así que no hice nada, aunque pensándolo mejor, ya tenía edad de casarse…
Pasaron los días, y cada vez estaba más pálida, no tenía buen aspecto. Todos los días estábamos juntos, comíamos separados pero no muy lejos el uno del otro porque sino comenzaba a dolernos el cuerpo, cuanto más separados estábamos más intenso era el dolor. Por las noches era inevitable que durmiéramos juntos, es más, mi cuerpo pedía más, pero no sabía si se refería a tener relaciones con ella o solo estar a su lado. En cuanto al conjuro, no sabía que efectos secundarios podría llegar a producir, pero algo no andaba bien, se suponía que el donante no sufriría daños, ¿pero por qué ella se veía peor cuantos más días pasaban? Llegué a pensar que tenía que buscar ayuda, ¿pero a quién? A otro magíster, seguro que sabía lo que le pasaba a Chris, también sospechaba que ella sabía la verdad pero no me lo quería contar. Me dolía el pecho al pensar que ella no confiaba en mí lo suficiente como para contárnoslo todo, aunque si indagaba más en su mente lo sacaría. Aun así, no quería invadir su cabeza por completo…
Un día, el décimo después de la batalla con los orcos, vi a los magíster caminando a un lado de mis soldados. Todos llevaban túnicas blancas, excepto los más veteranos, lo sabía por el tiempo que llevaban en mi ejército. Estos últimos la tenían de color azul noche. Chris iba caminando con ellos, hablaba con un muchacho algo mayor que ella, el solo verla sonreír con ese chico me mataba, por supuesto no iba a decir ni una palabra de ello, pero sabía que esto era demasiado precipitado. Mi mente no hacía más que pensar en ella una y otra vez. ¿Qué me había hecho esa chiquilla?
Dejé de pensar de esa forma y me concentré en los veteranos, ellos seguro que lo sabían, pero no podía decirles que un magíster había usado ese conjuro en mí puesto que la echarían del ejército… creía yo por lo poco que leí sobre ese conjuro prohibido.
Me acerqué a una mujer mayor, tendría entre los cuarenta y cincuenta años, y todos agacharon la cabeza en señal de respeto. Odiaba esos protocolos, parecía que era alguien cuando solo era un teniente del tres al cuarto.
–Levanta la cabeza, mujer. Necesito tu ayuda para curar a alguien. –la mujer abrió mucho los ojos, sonrió y luego asintió con la cabeza. Chris me lanzaba mensajes, no les hice caso. Me decía que acudiese a ella si necesitaba ayuda. Pero sabía que estaba enferma, no quería cargarla más.
Una vez que nos alejamos del pelotón le hablé. Estábamos recorriendo un bosque algo frondoso, casi no se veía más que árboles y naturaleza. Los pocos animales que habitaban se escondían cuando pasábamos con nuestras pesadas armaduras, como si temiesen que destrozáramos su hogar. En realidad éramos usurpadores de la naturaleza…
–¿Y bien, señor? –la miré sobresaltado. Tenía que reconocer que mis pensamientos se iban por las ramas muy a menudo. Puse las manos en sus hombros haciéndonos parar en seco.
–Tengo que consultar algo con usted, sé que lleva muchos años en su oficio como magíster y necesito que me aclare una duda. –la mujer sonrió casi como una madre, era muy bella a pesar de su edad. Sus manos volaron hasta las mías y me tranquilizó.
–Sé que tiene que ver con Christina, os he estado vigilando últimamente. –no sabía si cabrearme o alegrarme. Esa mujer lo sabía, pero, ¿el qué?
–¿Qué sabe usted? –pregunté mirando hacia el pelotón que se alejaba poco a poco.
–Lo suficiente como para ver que hay algo entre vosotros que se ha forjado en muy poco tiempo. ¿Ha usado algún conjuro con usted? –preguntó acomodándose el cabello rubio cenizo. La miré perplejo. Sí que sabía esta mujer.
–Si, me salvó la vida a costa de algo que no sé exactamente qué es. Ella cada día está peor y, si muere por mi culpa, yo no me lo perdonaría. Tiene que ayudarme, por favor. –la mujer me miró comprendiendo. Luego se puso muy seria.
–Ella ha usado el conjuro menos indicado para su formación, a costa de ese conjuro tiene que perder su inocencia. Ahora usted y ella tienen que estar atados para la eternidad…
–Si, eso ya lo sabía y no me importa, solo quiero saber qué debo hacer para que no empeore. –La señora sonrió, era una sonrisa cómplice, algo burlona.
–Es bastante simple, pero ya lo dije antes, perderá su inocencia por completo.
Con esas palabras me quedé helado. Con inocencia se refiere a…
–Exacto. –anunció sobresaltándome. ¿Acaso ella podía leerme la mente? Empezó a reírse –. Por tu cara ya veo que lo sabes. Si ella no te lo ha dicho antes es porque no quiere perjudicarte, ni mucho menos atarte a ella. –hizo una pausa y retomamos el camino –. La conozco y sé que es una chica muy honesta, amable… –se detuvo de nuevo. Me miró seriamente y me acusó con un dedo –. Escúchame bien, jovencito. Serás mi teniente, mi superior, pero no pienso tolerar que dañes a Chris, ella lo es todo para mí. –la miré perplejo. ¿Quién era en realidad esta señora?
–Descuide, no lo haré. Soy fiel a aquellas personas que arriesgan la vida por los demás. Pero… –carraspeé mirando a otro lado. –…ella y yo tenemos que… ¡Ya sabe! –La mujer comenzó a reírse y luego paró en seco. Esa mujer era bastante rara.
–Si. Pero no solo eso, tienes que darle tu energía vital… –La miré alarmado. ¿Tenía que morir? –. Tranquilo, ella te lo mostrará. Pero recuerda que no va a querer si sabe que lo haces por obligación, al menos disimula porque sino… ella morirá.
Con esas palabras seguimos caminando y asimilé la información. Era probable que no lo supiera esa mujer, pero lo que más me apetecía era hacer feliz a esa chica, por muy menor que fuera, me volvía loco.
Me pregunto quién será esa mujer misteriosa.
Continuará...
Autora: Perdón por no subir antes :( Pero ya he subido dos caps! ^^ Espero que os esté gustando, en seguida subo la totalidad de la historia =D
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Conjuro de Vida
ФэнтезиSiglo XIII, Lightville. Diego era un poderoso Teniente del ejército y marchó para derrotar al jefe de los Hechiceros... Christina era una magíster sanadora de 16 años que estaba enamorada de su teniente. Un conjuro de magia blanca con efectos secund...