Capítulo Sexto

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Capítulo Sexto

Christina

Tomás se reía con cada comentario que hacía, pero en realidad no estaba de ánimo para reír, y menos distraerme con alguien que no fuera Diego. Mi mente lo buscaba, pero estaba lejos y no podía leer sus pensamientos. Parecía que si estábamos lejos el uno del otro, no servían nuestros “poderes”. Era extraño que pidiera ayuda a mi tía teniéndome a mi, pero era absurdo pensar que él confiaba en mí cuando le estaba ocultando información. ¿Me moriría entonces?

Miré al frente. Hacía poco no había nada de niebla y sin embargo ahora estaba rodeada de ella. Miré a mis lados pero no divisé a nadie. Me asusté, aun así, con mi mente logré captar las ondas de Diego, quien me llamaba alarmado. ¿Se preocupaba por mi? Lo más seguro era que cuidara de mi bienestar por el pacto que hicimos.

Me concentré en sus palabras.

“No te muevas, es un hechizo. Estamos en territorio enemigo.”

“Está bien, no me moveré pero…”

Sentí una presencia a mi lado, no lo dudé, saqué una pequeña daga que me dio mi padre cuando murió y la lancé en esa dirección. Un ruido de dolor se oyó por todo el bosque. Le había dado, sonreí ante la precisión de mis sentidos. Me dirigí hasta el ruido encontrándome con un elfo. Los elfos eran bastante sigilosos, además de listos. Seguro que venían con los hechiceros. Saqué la daga de su cabeza e intenté conectarme con Diego.

“Hay elfos. Tened cuidado.”

“¿Estás bien?”

“Si, solo estoy asustada. No veo nada y eso me inquieta.”

“Ya mismo te alcanzo. No te muevas.”

¿Cómo podía hacerlo si no me veía? La niebla era más densa aún y no veía nada. Ni mis pies. Tampoco oía nada, ni siquiera el piar de los pájaros, ni el sonido del río que tenía al lado instantes antes de la niebla. Nada. Otra sombra me acechaba, lo sentía. Esta era mucho más poderosa que antes y notaba que mi cuerpo me empezaba a doler. Eso solo significaba una cosa, y era que Diego estaba aun más lejos de mi que antes. Me moví lentamente hasta dar con esa aura oscura que acechaba desde algún árbol. Pronto toqué una corteza dura, era un árbol, allí tenía que estar. No lo pensé dos veces, esa presencia era otro elfo, su aura era oscura. Pero cuando iba a tirar mi daga alguien me cogió del hombro.

–Yo que tu no lo haría, pequeña.

Continuará...

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