II: Cancherito

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Una vez que Pablo escuchó la puerta del depósito cerrándose y se cercioró de que el inesperado visitante estuviese en completo silencio, se giró hacia la entrada principal, en la que ya podía escuchar golpes insistentes y los gritos más agudos que había escuchado en su vida. El cordobés inhaló profundamente, armándose de toda la paciencia que tenía (la cual no era mucha), abrió la puerta de sopetón, con mucha energía. 

Del otro lado había un grupo numeroso de personas. Pudo distinguir automáticamente que eran gente de buena posición, poseedores del dinero suficiente para comprar aquella ropa de marca internacional que vestían y aquellos perfumes caros, cuyo intenso aroma le llegaba incluso desde esa distancia. Muchos de ellos contaban con cámaras de rollo (como las que Pablo había deseado tener toda la vida, pero jamás pudo conseguir), otros acarreaban cuadernos de notas y grabadores de voz, y otros (entre las que destacaban muchas mujeres, visiblemente emocionadas) portaban marcadores negros y fotos reveladas a color, en las que se distinguía perfectamente la imagen de aquel muchacho alto, vestido con apenas una campera de cuero marrón y calzoncillos blancos. 

El cordobés tragó saliva disimuladamente, distraído por aquella visión. "Lindos ravioles se carga, che." 

Aclarándose la garganta, dibujó una sonrisa amplia y demasiado amable, colocando la mano en la cintura. 

- ¡Ayy, pero qué bueno que vinieron, los estaba esperando!- exclamó, desconcertando a todos los presentes- Ustedes son de prensa, ¿no? ¡Pasen, pasen, por favor! 

Pablo se hizo a un lado y les cedió el paso, indicando con la mano. Un poco por inercia, otro poco por la negativa a quedarse afuera en el medio del frío matutino, el grupo ingresó a la biblioteca lentamente, registrando cada rincón con el ceño fruncido y tomando algunas fotos, tal como si fuesen turistas. 

- Mi jefa me dijo que iban a venir a hacer una nota para un documental, pero no pensé que iba a ser hoy- explicó con una amabilidad exagerada, cerrando la puerta con más fuerza de la debida- ¡Si avisaban por lo menos les tenía unos mates listos, che! Encima la Martita, la de recursos humanos, me había chiflado que no pudieron acercarse antes porque uno andaba con diarrea, ¿ya se recuperó? Un tecito de manzanilla siempre ayuda... 

- Perdón- lo interrumpió un hombre morocho, visiblemente incómodo- Se está confundiendo de gente. Nosotros no venimos por ningún documental. 

Bingo. El cordobés se volvió hacia él con la mano en el pecho, ensayando su mejor cara de sorpresa. 

- ¿Cómo que no?- replicó, falsamente consternado- ¿No son de prensa ustedes? 

- Bueno, sí- intervino un rubio con saco negro- Pero estábamos buscando a Lionel Scaloni. 

- ¿A quién? 

- ¡¿Cómo quién, flaco?!- le recriminó una de las mujeres, ofendida, agitando su foto en el aire- ¿Qué, vivís adentro de un tapper? 

Pablo utilizó todas sus fuerzas para contener las ganas de arrojarle un libro por la cabeza, y se limitó a encoger los hombros.  

- ¡Lionel Sebastián Scaloni!- le informó una pelirroja, mirando su foto con ojos de ensoñación y luego regresando su vista a él- ¡La cara nacional de Calvin Klein, el modelo más jovencito de la compañía! ¡Hay publicidades suyas en todos lados! ¿Cómo que no lo conocés? 

"Lionel Scaloni. Así se llama este sanguango..." 

- No, la verdad que ni idea- replicó el cordobés, buscando parecer indiferente.

"Pero si los modelos de ahora vienen así de boludos, me parece que elijo vivir adentro de un tapper toda la vida."

- Dios, pero si está que parte la tierra, miralo- suspiró una castaña, extendiéndole su foto para que pudiera verla mejor- Lo estábamos siguiendo y vimos que encaró por este pasaje... ¿Está por acá? 

Escalera de caracol [Scaimar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora