☄ 𝐂𝐮𝐚́𝐬𝐚𝐫: 𝐀𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐞́𝐥 ☄

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Fanart cortesía de silfires

Richard Tweak


Fui tantas cosas, que al final nunca supe lo que era en realidad.

La palabra más adecuada para referirme a mi infancia, es que fui entre un cuásar y Mercurio. El primero, una galaxia recién nacida y Mercurio, el planeta más rocoso y sólido. El planeta más cercano al sol.

Rogaba de algún modo el acercarme a mi madre. Lo iba haciendo de a poco y, un día, simplemente se apagó.

Solo que si el sol se apaga nos daríamos cuenta ocho minutos después.

¿Cómo podemos darnos cuenta cuando una persona no brilla más? Cuando su mente está muerta. Cuando, traduciendo mejor lo que dije, estás muerto en vida.

El nombre de mi mamá quedó para siempre en mi cabeza; Mary. Era rubia, luchadora, decidida, y siempre tenía una palabra en la boca para decirle a los demás.

Además de ella estaba Patty, mi abuela. Ella era húngara, de un estilo muy anticuado al vestir pero su cabeza era totalmente distinta. Ella era igual de revolucionaria que mi madre, esto caracterizaba a mi familia materna. Los Tweak eran personas revolucionarias, personas que lograban cambiar percepciones, movilizar masas y cautivar corazones. Y yo nunca pude ser así.

Hubo un pequeño accidente que selló mi destino. Un destino que convirtió a Mercurio en un poderoso agujero negro y nunca pudo regresar atrás.

Aquel día de 1988. Agosto de 1988.

Colorado, no South Park. A mi lado estaba mi prima, Robin. Y frente mío, mi abuela Patty.

Me compartió una linda sonrisa desde abajo. Su pequeño Richard era alguien alegre, tierno, que solía tener tics cuando estaba nervioso y cuando se relajaba mucho. Que tenía una sonrisa grande y espaciosa, (a la cual le faltaban unos cuantos dientes por la edad).

Me miraba desde arriba y lo hacía apreciando cada segundo. Se sabe perfectamente que los niños crecen rápido, pero... ¿Tan rápido? Para mi abuela fue una estrella fugaz.

— ¡Richard, cuidado!

Fue lo último que escuché. Me tropecé, y... caí.

Nada. Suspendido quedé, como si un agujero negro me hubiera desaparecido de la faz de la tierra con tan solo absorberme.

Se podría decir que desde ahí, tomé consciencia de mi cuerpo y de lo que estaba haciendo.

Entré en mí mismo.

— Oswald, puedo explicar... — bofetada.

Fue unos días antes de la supernova. Aquella que significa muerte, aquella que es un antónimo del significado que aquel alma le dió.

— ¡Parecías una histérica, mujer! ¡Una histérica! ¿Sabes el mal ejemplo que le estás dando al niño, Mary? ¡Se volverá maricón! ¡Maricón!

Y así era mi día a día.

Por suerte mi abuela Patty siempre estuvo para mí.

Me sentaba en la cama de su cuarto mientras el ruido invadía mis oídos. Con mis manos los tapaba, e intentaba tambalearme en un fallido intento de dar por acabada mi tortura sensorial.

Mi abuela Patty presionó un pañuelo con algo de hielo en un moretón que tenía en mi mejilla y, como solía hacer para disipar lo que realmente estaba pasando, me sonrió.

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