☄ 𝐔𝐧 𝐠𝐮́𝐠𝐨𝐥 𝐝𝐞 𝐞𝐱𝐢𝐬𝐭𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚𝐬 ☄

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Fanart cortesía de silfires

Linda Marshall/Stotch

Un delfín no suele vivir más de treinta años. Y siéndoles sinceros, todavía no puedo creer que no me vaya a faltar eso para volverlo a ver. Sería capaz de esperar miles de años con tal de volver a abrazarlo otra vez.

Los delfines carecen de sentido del olfato pero yo no me he olvidado de su olor. De su piel y de su voz. De su risa y de sus ojos. De él, de lo que era y la parte de su corazón que se quedó conmigo.

Se pudrió todo en mí, pero esa minúscula parte que tengo tatuada es lo que me motiva a seguir viva. Porque a él se la limitaron, y él quería vivir. Quería vivir todo conmigo. Él murió por mí y yo viví por él.

Aunque me duela tengo que salir adelante, perdí al amor de mi vida pero eso no significa que esté sola aunque así me sienta. Lo tuve toda mi vida, durante casi diez años, al lado mío. Me gustaba saber que era la única que lo entendía. La única que me conectaba con él de tal manera que sufría el mismo dolor que él.

13 de mayo, y es que esa fecha fue como una puñalada para el corazón. Algunas orcas se comen delfines, pero... ¿Por qué me comió a mí? ¿Por qué no me dejó estar bajo su aleta por el resto de mi vida? Prefiero estar con él antes de sentir su corazón dentro de mí y saber que con muchísima suerte conseguiría a alguien mínimamente similar. Me da tanta tristeza que él pudo soportar toda su vida en un mundo que era demasiado asqueroso y yo soy una cobarde que no logra vivir una eternidad sin él, ahora lo entiendo y sé lo que significa ser él. La diferencia es que él no conocía lo que es el odio, lo que es la maldad o la venganza. Craig era demasiado dulce para este mundo, era una persona que si te quería te buscaba y él quería a todo el mundo, en especial a mí y a su familia. Craig enamoraba a todos los que lograban ver su encanto, pero estoy segura que ninguno lo hizo como lo hizo conmigo.

Desde el momento uno donde lo vi detrás de esa reja, (un poco tímido y hasta me pareció un poco antipático) sentí un chispazo dentro de mí. Era un niño precioso, muy pálido, algo bajito y bien cuidado. Tenía un rostro que irradiaba inocencia y siempre tenía sus ojitos brillosos y mirando hacia todos lados. Luego me comenzó a mirar a los ojos y cada que lo hacía era como un escalofrío.

Imagínate pasar mayoría de días del año con tu vecino. Incluso, por la confianza, invitarlo a comer a casa y que tus padres también se enamoren de él. Era el niño perfecto, se portaba muy bien y siempre tenía algo bonito que decir desde la sinceridad.

Creo que todo comenzó mucho antes de que Craig se fuese. Tenía trece años y un día mi papá se enfermó. Siempre fue una persona fumadora, por lo que el mal hábito acabó por postrarlo en cama con un fulminante cáncer de pulmón.

Mi mamá no solía tener el carácter dulce de mi papá, así que me prohibió hacer cualquier locura y mucho menos ir pidiendo ayuda por el pueblo para sus quimioterapias. Pero parte de mi corazón me decía que debía decírselos a todos, en especial a los Tucker, quiénes eran como mi segunda familia.

Así que ese día de septiembre de 1996, me encaminé a la casa de los Tucker por la noche. Toqué el timbre y atendió Christina, quién me miró con sorpresa por mi aparición.

— Señora Tucker, si no es problema, y disculpe la hora... ¿Está Craig disponible?

La señora me dejó pasar. Siquiera tuvo que llamar a su hijo, él se apareció apenas sintió mi voz y, aunque tenía el pijama puesto, caminó hacia mí y me abrazó con fuerza. Le correspondí, mi cara decía bastante para ser francos.

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