Capítulo I

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Capítulo I:

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MUÑECAS ROTAS

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Billetes de amor.

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Sakura.

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Estaba desnuda en esa cama.

El asco y la repugnancia recorrían mi cuerpo, cerré los ojos con fuerza mientras escuchaba sus roncos gemidos en mi oído. Sólo quería que acabara para poder irme de ese motel de mala muerte.

Clave los ojos en las humedades del techo y recordé lo que mi madre me decía cada vez que mi padre la golpeaba.

Cierra los ojos y será como si nunca hubiera pasado

Y eso hice, cerré los ojos e imaginé que nada de esto estaba pasando. Yo no era una prostituta, no vendía mi cuerpo por mugrosos billetes a diferentes hombres todas las noches.

Tenía una vida feliz, un hogar, un hijo y un apuesto marido.

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―Sakura― Sentí una leve caricia en la punta de mi nariz.

Me removí inquieta entre las mantas y fue abriendo los ojos lentamente encontrándome con una hermosa rubia de ojos verdes a mi lado. Ella sonrió.

―Buenos días, dormilona ―Dijo sentándose a mi lado ―¿Mucho trabajo anoche?― Pregunto.

―No, el tipo era un viejo verde como de sesenta años. Se vino más rápido que lo que demoré en quitarme la ropa― Comente sentándome en la cama. 

―Bien, ve a vestirte que vamos de compras― Chillo y la vi más contenta de lo normal.

Me di una ducha caliente. Ya me había bañado al llegar del motel pero aún  me sentía sucia. Restregué la esponja con fuerza sobre mi cuerpo quitándome ese olor asqueroso que ese tipo dejo en mi. Cuarenta minutos después Temari y yo ya íbamos camino al súper.

―Llevemos esto― Dijo Temari metiendo un montón de chocolates en el carrito.

Yo solo asentí mientras empujaba el carrito de metal, aún tenía sueño y más que nada un enorme vacío dentro de mí. Ya estaba acostumbrada a mi trabajo, era lo único que podía hacer y lo hacía desde los dieciocho años de edad pero aún así jamás me acostumbraría al asco y a la repugnancia que sentía. 

―Vieja idiota― Murmuro la rubia cuando nos acercamos a pagar a la caja y la clienta anterior nos miro de reojo pasando a su hijo adolescente delante de ella para evitar que nos acercáramos.

Éramos muy populares en el barrio.

―Temari― La rete y comencé a sacar las cosas del carrito para dejarlas  sobre la caja.

La rubia agarro las dos primeras bolsas y me espero para salir juntas del súper. A mitad de camino nos detuvimos en un semáforo, del otro lado de la calle había una pareja. Ella estaba embarazada, su marido se acercó a ella y la beso en los labios mientras acariciaba su abultado vientre, un nudo se formo en mi garganta y el vacío que llevaba sintiendo desde  la mañana se profundizó.

Muñecas rotas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora