Capítulo V

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Capítulo V:

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MUÑECAS ROTAS

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No te vayas a enamorar de mí.

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Sasuke.

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Sentí como varios hombres la coreaban cuando dio vueltas en aquel tubo de metal. El foco de luz solo la iluminaba a ella. Su cabello rosado flotaba a su alrededor y la ropa interior color negra se ceñía a su cuerpo debajo de aquel vestido casi transparente. Los tacos resonaron sobre el escenario cuando la pelirrosa aterrizo y sonrió.

Era tan hermosa que todas las otras bailarinas no le llegaban ni a los talones.

Ella sonrió bajando del escenario y se aproximo a mi mesa.

―¿Estás solo?― Susurro y el pequeño vestido que llevaba puesto se subió tanto que me dejo ver el diseño del encaje de su ropa interior.

Yo sonreí y tomé el vaso de whisky de la mesa, ella se acomodo en mis piernas y me abrazo por los hombros.

―No hagas eso― La rete cuando se restregó sobre mi.

De fondo escuche como otra de las chicas empezaba a bailar. La pelirrosa acomodo una pierna a cada lado de mi cadera aún sentada sobre mi y se restregó contra mi miembro simulando cabalgarme.

―¿O sino? ― Susurro en mi oído y juro que estaba tan mojada que empapó mis pantalones ―¿Qué vas a hacerme?―

―Te voy a llevar a mi casa y te cogeré toda la noche―

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―Buen día― Me saludo ingresando por la cocina, yo la mire de reojo.

Estaba despeinada, desnuda y solo cubierta por mi camisa, no la que había robado la primer noche que estuvimos juntos, esa nunca me la regreso.

―¿Preparaste todo esto para desayunar?― Dijo sentándose en la mesa del comedor ―¿A que hora te levantaste? ― Murmuro metiéndose un pedazo enorme de media luna a la boca.

―Son las once de la mañana― Dije dejando la cafetera de metal en el medio de la mesa, ella rodó los ojos divertida ―Te quiero proponer un negocio― Mencioné más serio acomodándome en la silla frente a ella.

―¿Va a hacerme firmar un contrato? Abogado― Dijo coqueta y yo la mire confundido ―Vi los libros de derecho en tu escritorio― Comentó.

―No. No te obligare a firmar nada― Dije tomando dos tazas para servir el café ―Quiero que me digas cuanto ganas por semana. Te pagaré el doble para que estés disponible cuando te precise y no te acuestes con nadie más que no sea conmigo― Ella alzó una ceja confundida por mi propuesta ―No me gusta compartir mis cosas―

―Yo no soy una cosa― Dijo enojada, yo acabe de servir el café en ambas tazas ―Bien. Acepto― Murmuró y me miro con una sonrisa ―Pero no te vayas a enamorar de mi― Dijo divertida.

―Descuida― Susurre tomando la jarra de leche para agregarle al café ―¿Leche? ― Le pregunté antes de servirle en su taza y ella clavo esos ojos verdes en mi.

Muñecas rotas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora