Capitulo VIII

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Capítulo VIII:

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MUÑECAS ROTAS

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¿Cuánto vales?

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Sasuke.

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Sakura se había ido hacia exactamente veinte minutos, creí que volvería ya que prácticamente iba desnuda solo cubierta por su abrigo pero para mi sorpresa la pelirrosa no regreso.

Ni esa noche. Ni las siguientes.

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―¿Mamá? ―

Sentí las gotas golpear contra el piso, mi madre se había metido a bañar hacia más de media hora y yo ya no escuchaba su voz del otro lado tarareando mi canción favorita. Ya se nos hacía tarde para mi clase de piano.

―Mamá― La volví a llamar apoyando mi oreja sobre la puerta.

Silencio. No se oía nada desde el otro lado de la puerta.

Le había mentido a Sakura aquel día que hicimos el trueque de secretos.

Mi hermano si había enfermado y muerto a los quince años pero mis padres no murieron en un accidente automovilístico luego de una infidelidad de mi padre.

―Mamá― Susurré abriendo la puerta despacio.

Mi madre se corto las venas un martes a las ocho y media de la mañana, yo la encontré en la bañera, yo llame la ambulancia y envolví inútilmente sus muñecas abiertas con unas toallas creyendo que así ella iba vivir.

No lo hizo.

Yo si tenia once años y mi padre nos había abandonado hacia dos para irse con su amante quien tendría unos diez años más que yo. Jamás volví a saber de él, ni siquiera cuando mi mamá murió y yo me quede solo. Mi tío Madara Uchiha se hizo cargo de mí.

Eso es lo que causa el amor, dependencia. La persona que amas es capaz de hacerte pedazos, es capaz de irse sin importarle lo que pase contigo. Es capaz de romperte, hundirte y dejarte completamente solo.

El amor le hizo eso a mi madre.

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―Hace tres noches que vengo y me sigues diciendo que mañana vuelve― Me queje dejando el vaso de whisky vacío sobre la barra ―¿Me estas tomando el pelo? ―

Jiraiya sonrío de lado sirviéndome otro vaso.

―Esta enferma. Ya te dije― Murmuro ―¿No te gusta otra? ―

―No― Conteste de mala gana.

―Probablemente renuncie como lo hizo su amiga― Comentó pasando el trapo sobre la barra y sacando la humedad que dejaban los vasos.

―¿Temari renuncio? ―

El viejo asintió y yo deje los billetes sobre la barra largándome de ese bar.

Hacían exactamente dos semanas que no tenía ni noticias de la pelirrosa. La primer semana creí que iba a llamarme o volver a mi casa, no lo hizo. La segunda fui yo quien comenzó a buscarla, no pensaba ir a su departamento pero si podía venir a verla bailar y si pagaba, se tendría que ir conmigo.

Muñecas rotas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora